ABC 30.07.07
Perdonen la inmodestia pero ya dijimos en su día que
acabarían publicadas hasta en los tablones de anuncios de «La Bodeguita de En
medio» de la Habana las pruebas de la mentira continuada con la que este
Gobierno ha ocultado a la sociedad que, lejos de haber negociado con ETA su
desarme y disolución, lo que ha hecho durante años ha sido coordinar sus
intereses políticos con la banda terrorista para buscar un acuerdo político que
pudiera beneficiar a ambos. Búsquense por ahí los eufemismos que se quieran
pero quienes no estén comprometidos con la mentira misma -los hay muchos- no
pueden ver en las revelaciones de ayer del diario «Deia» sino una mera
confirmación del hecho evidente de que el Gobierno llegó a prometer reformas
políticas a cambio de que ETA le ayudara a presentar el «proceso de paz» como
un éxito para su mayor gloria electoral. Había que llegar a un acuerdo con el
que llevar a las elecciones a una sociedad convencida del «fin de ETA» como
rezaba por ahí algún librito de encargo.
Era lógico que se acabara sabiendo porque si bien la
clandestinidad de las negociaciones convenía a todos, el fracaso de las mismas
por la puja al alza de ETA -perfectamente lógica- convertía su contenido en
instrumento de presión sobre la única parte no autorizada por sus representados
para semejante conspiración. En las negociaciones políticas a tres bandas
quizás ninguna parte fuera especialmente decente pero traidora a sus propios
postulados y proclamas solo había una. Tardaron mucho en ver en Moncloa que los
etarras no querían ser abrazados por Zapatero para su inclusión en un nuevo
régimen que reconocería en gran parte sus razones y por tanto la legitimidad de
su «lucha». Tenían planes propios. Por eso los mendicantes especiales del
Gobierno han recurrido a tanta mediación en su angustiado esfuerzo por
convencer a ETA de que debía ayudar a Zapatero porque solo él los entiende y
les tratará, victoria electoral mediante, como merecen. En tal frenesí, nadie
descarte que hasta la revista de los Mormones nos dé detalles. Todos impelidos
a informar a los españoles. Menos su Gobierno.
Volverán ahora los coros que aducen que la prueba de que no
hubo negociación política es que no hubo acuerdo. Lo cual viene a ser como
afirmar que Hitler no quería el petróleo de Bakú porque no llegó a tenerlo.
Estas piruetas de la lógica han convertido el escenario político nacional en un
Patio de Monipodio donde prácticamente nadie tiene ya miedo al ridículo. El
genio de la hemeroteca que es nuestro gran columnista Santiago González debería
publicar -a ser posible en un tomo- la cosecha de mentiras ya comprobadas de
Zapatero, su vicepresidenta, su secretario de organización o su portavoz
parlamentario. En lo que queda de legislatura habrá para el segundo.
Pero igual que la sociedad ha perdido el pudor como las
televisiones demuestran día a día, también ha perdido la capacidad de
indignación ante el insulto continuado que son estas mentiras. La lógica
perversa que permite que así sea es el mayor éxito destructivo de la
legislatura Zapatero. No es poco dada la demolición tan avanzada en las
instituciones o en la convivencia.
Club de mutantes
Con la única oposición convertida en una especie de club de
mutantes en el que nadie sabe quien va, a Zapatero le salen gratis unas
probadas mentiras y traiciones que le habrían costado algo más que el cargo a
un líder en países democráticos con instituciones eficaces que se respeten a sí
mismas.
El ridículo ya no duele, luego es posible que los españoles
vuelvan a dejar a Zapatero que intente saciar sus infinitas ansias de paz. En
tanto que infinitas y surgidas de «las entrañas», nada respetable, digno y
decente parece serles obstáculo. La factura la pagará la sociedad porque
después del sentido del ridículo y la vergüenza se pueden perder esas cosas que
se dicen «de comer». Nadie diga que los españoles no estaban avisados. Se lo
advierte hasta el «Deia», que tan poco los quiere.
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