jueves, 23 de enero de 2014

LA COBARDE EUROPA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 12.07.07


La Administración del presidente norteamericano George Bush tiene, como ustedes bien sabrán, un sinfín de problemas. A poco más de un año de las elecciones, Bush sabe que su única tarea pendiente posible es evitar una catástrofe militar norteamericana y humanitaria iraquí. Muchos en el mundo islamista, pero también en el occidental, desearían que fracasara también en esto y seguirán recibiendo con mal disimulados aplausos los éxitos del terrorismo en Irak y Oriente Medio como ratificación de que ellos tenían razón con su llamada a la deserción generalizada de Irak en los momentos claves de la posguerra.

Dentro de unas décadas habrá quizás quién nos explique con algo de plausibilidad, qué habría sucedido en los últimos cinco años en el gran Oriente Medio si Bush y sus supuestos aliados en Occidente y el mundo árabe hubieran logrado establecer una estrategia común general para la reactivación de aquella región tras la caída del régimen de Saddam Hussein. Pero hoy eso ya da casi igual para los historiadores de lo inmediato con decenas de miles de iraquíes muertos -en un 90 por ciento por terroristas islámistas-, miles de soldados norteamericanos caídos por un proyecto de convivencia en la lejanía de sus hogares y un proyecto político y militar en Oriente Medio rotundamente malogrado por incapacidades propias y ajenas, miopías, traiciones y mezquindades.

Así las cosas, a nadie debería sorprender que la Administración Bush, consciente del despliegue de solidaridad y coraje demostrado por los europeos una vez más en su historia durante la última década, haya anunciado la pasada semana que no moverá un solo dedo por imponer el Plan Ahtisaari, elaborado por el ex presidente finlandés, auspiciado por la ONU, para una independencia atemperada de Kosovo. Todos saben que es imposible encontrar un plan más equilibrado para cerrar las heridas de la guerra de genocidio lanzada en su día por Belgrado bajo Slobodan Milosevic, tolerada tanto tiempo por Europa y solo quebrada por la decisión de guerra de un presidente norteamericano que era Bill Clinton.

El subsecretario de estado norteamericano, Dan Fried, se ha dado una vuelta por los Balcanes para anunciar que la aplicación del plan del finlandés Ahtisaari que otorga la independencia a Kosovo y una práctica anexión implícita del territorio septentrional con su mayoría Serbia a la soberanía de Belgrado, sufrirá un retraso de muchos meses. Todo se debe a la oposición de un nacionalismo serbio que sobrevive a todas sus propias miserias, a la protección que Rusia bajo Vladimir Putin le otorga y a la insólita cobardía que Europa está demostrando ante un presidente ruso.

Todo es en definitiva una vez más producto del miedo de Europa a Rusia, de la capacidad de intimidación del poderoso sin escrúpulos ante el débil sin conceptos, ideas ni principios. Como un rufián ya autoproclamado, el hombre del veto sin complejos, con el matonismo hacia los vecinos convertido en política efectiva, proclama que aquel que no haga lo que él quiere, habrá de cargar con unas represalias difícilmente imaginables, en chantaje energético, ataque masivo a los sistemas informáticos como sucedió con Letonia o intimidación masiva, con alarde militar o sin él. Los europeos parecen hoy otra vez demasiado distraídos con sus introspecciones como para entender el letal precedente que establecen al tolerar a Putin, al totalitarismo vocacional de esta Rusia agresiva, el decidir la reordenación política de Europa, incluido en este caso un plan elaborado por la ONU para Kosovo.

Allá ustedes -los europeos- dice Washington, que tiene sus referidos problemas y no va a volver a comprometerse con aliados que muestran la solidez mostrada. La UE ha demostrado, desde la presentación del programa de Ahtisaari, la misma abismal cobardía, impotencia e indecisión que demostró a principios de los noventa cuando debido precisamente a esas sus tan propias características, se fraguó la tragedia y el genocidio en los territorios de la antigua Yugoslavia. Nuestro inefable Javier Solana, pide tiempo para reelaborar el plan Ahtisaari porque el gran chequista no lo aprueba. Los quinientos millones de demócratas europeos han de echarse a templar. Han olvidado pronto, cuando se cumple el aniversario de los 9.000 asesinados en Srebrenica, que la infamia europea es superable. Washington tiene problemas propios. No parece que vaya a venir a salvar a una tropa de cobardes si les estalla de nuevo Kosovo en la tripa europea. No hay mejor propuesta para la paz que el plan Ahtisaari. Quienes quieran satisfacer a Rusia la dinamitan. Y puede que permitan en estos próximos años muchas Srebrenicas.


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