Por HERMANN TERTSCH
ABC
11.05.07
Comenzó hace sólo unas horas la campaña electoral y parece
imponerse ya el augurio -bastante previsible por cierto- de que no va a
llenarnos de orgullo a los españoles lo que debiera ser un concurso de ideas
sobre el aumento de la calidad de vida, incluida la libertad, en ayuntamientos
y comunidades autónomas y ya se anuncia por parte de algunos como el sacrificio
extremo por mostrar lo peor de sí mismos. Y una auténtica catástrofe para la
democracia en el País Vasco y Navarra. Y para la dignidad del Estado de
Derecho. Y para la ciudadanía española en general. Los daños son inmensos y
extensos. En su inmensa mayoría obra y gracia del Gobierno del Reino de España.
Jamás los peores instintos nacionalistas periféricos habrían podido hacer tanto
daño sin tan profunda complicidad en la metrópoli.
Los tres años de legislatura habida bajo esta nueva
generación socialista de adoradores del pensamiento mágico que todo lo cura
para los propios y a los demás condena, sugieren que las miserias y los alardes
de la peor catadura pueden alcanzar cotas aún hoy insospechadas como las hoy asumidas
eran inimaginables para la decencia constitucional.
A la espera de saber si la presidenta de la Comunidad de
Madrid, Esperanza Aguirre, prefiere inaugurar las estaciones que construye en
actitud de postración sobre una vía o directamente colgada en una catenaria,
nadie dude de que estamos a punto de conquistar nuevas cumbres en lo que el
siglo XVIII llamó el inmenso beneficio de ser gobernados por los mejores.
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