ABC 06.06.07
Podría ser hoy un gran día, el 6 de junio, aniversario del desembarco en Normandía, para que en Moncloa se encendieran las luces, se convocara una gran reunión, se proclamara el fin del cuento y se declarara movilización general contra el terror y el autoengaño.
En poco más catorce meses de mentirosa tregua se han
cometido mucho más que errores. Pero dejemos los reproches. Hoy se da una
magnifica ocasión para rectificar. Es fecha ideal para que el presidente del
Gobierno, que ha jurado la Constitución, convoque a quienes la defienden -y no
a sus enemigos- y anuncie un nuevo tiempo político de rearme en favor de la
libertad y de ofensiva contra el terror. En homenaje al colosal desembarco de
la democracia en las playas de Francia con la que quedó sellada la derrota
incondicional del nacionalsocialismo alemán, Zapatero podría evocar aquel 6 de
junio de 1944 y proclamar hoy el día de la ofensiva democrática de la España
libre. Y dejar claro que solo la dará por concluida cuando, por ejemplo, Pilar
Elías sea recibida en Azcoitia con los honores que merece, como lo fueron en
Francia los británicos humillados en Dunquerque o el general De Gaulle, aún en
1940 vilipendiado.
La paz llegará -podía haber dicho ayer- con la libertad y la
igualdad para todos. Cuando la victoria sobre los asesinos y su lógica
totalitaria del desprecio haga revertirse a la sistemática quiebra moral que
nacionalismo y violencia, pero también socios voluntariosos y tanta indolencia
moral y dejadez han instaurado.
En toda España, buena ocasión es para hacer paralelismos y
recordar que la dignidad y la libertad son base de toda paz que merezca ese
nombre. Lejos quedaban en 1944 las ingenuidades del «peace for our lifetime»
pronunciadas por Neville Chamberlain a su llegada a Londres tras su vergonzoso
e inútil intento de apaciguar a Hitler entregando en Munich soberanía y
libertad de Checoslovaquia. Pronto fue el político más despreciado por sus
compatriotas. Apenas sufrió la ignominia porque, septuagenario, murió pronto.
Zapatero es joven y previsiblemente habrá de convivir décadas con sus
conciudadanos.
Hoy se le pasará la efeméride de Normandía. Además, ayer
volvió a demostrar una casi sublime impotencia para rectificar errores. Sus
mimbres de soberbia adolescente producen escalofríos. «He realizado todos los
esfuerzos posibles para alcanzar la paz y abrir un marco de convivencia para
todos en el que pudiesen defenderse democráticamente todas las opciones y
supere todo enfrentamiento». Tenemos a un jefe decidido a no aprender nunca
nada.
Desde poco después de que hiciera él la primera comunión, se
podían defender todas las opciones. Salvo a tiros. No necesitábamos a un jefe
de Gobierno que abonara la tesis de ETA de que no era así. Y los
enfrentamientos estaban todos superados salvo ese que construye quien te mata
para incomodar a otros.
Más esencia propia: «el futuro de los vascos depende y
dependerá de ellos mismos». Ganas irrefrenables de encontrarse a mitad del
camino hasta con el peor delincuente. No. Los vascos tienen la inmensa suerte
de que su futuro depende de lo que decida la nación española, que los protege
de quienes quieren secuestrarlos y lo consiguen en parte gracias a
complicidades internas y externas tan inmorales como incomprensibles.
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