ABC 04.07.07
Poco consuelo puede arrancarse a la descorazonadora jornada
de ayer en el Congreso de los Diputados. Quizás uno sea el hecho de que Gaspar
Llamazares haya tenido el coraje de coincidir con el Partido Popular en que
José Luis Rodríguez Zapatero se lanzó a un mitin -tabernario o no- dedicado a
sus hinchas del socialismo del pensamiento mágico perfectamente impropio de un
presidente del Gobierno. Pero a estas alturas pocos deberían ya sorprenderse
ante el espectáculo que dio el presidente con una intervención inicial de
autosatisfacción púber en su insólita manipulación de realidades y fantasías y
una posterior diatriba virulenta contra la oposición negándole el derecho a
toda crítica, es decir, a existir como tal. El fracaso y los consiguientes
nervios le han hecho quitarse aderezos al presidente. El alarde de talante es
ya despliegue de su auténtica catadura.
Por la mañana había dado pruebas de esa peculiar visión que
tiene del debate cuando agradeció la «oposición constructiva que ha apoyado al
Gobierno». Ayer advirtió a Rajoy que debía encuadrarse en esa oposición
constructiva y quizás hacerse un «cordón sanitario» a sí mismo, pero éste no le
hizo caso y por eso se armó. Es evidente que el presidente del Gobierno español
no entiende ni acepta las reglas de juego del parlamentarismo y que, igual que
desea a los cubanos «la mayor libertad posible», cree poder tratar como el
«Granma» hace con los disidentes, a aquellos que, por mandato, están obligados
a fiscalizar la actuación del Gobierno y a denunciar sus posibles desmanes.
Si es inquietante la falta de pudor de Zapatero para negar
lo obvio y su detestable hábito de responder a toda demanda de aclaraciones con
invectivas contra Gobiernos del pasado, aterrador resulta que el grupo
socialista, probablemente ya mimético con su jefe don Diego, crea ya necesario
demostrar un entusiasmo inverosímil con las malas artes retóricas, las ofensas
a la inteligencia y las caricaturas tramposas de Zapatero. Tan sólo don Pedro
Solbes, por timidez o dignidad, parecía tener las manos atadas bajo el pupitre
salvo cuando la vicepresidenta lo invitaba a aplaudir con esa su mirada amable.
«Faltón» le llamó el presidente al jefe de la oposición y le acusó de haber
pasado «inadvertido» a quien fue cuatro veces ministro. Precisamente él, ignoto
durante dos décadas salvo en conspiraciones de mesa camilla. Toda una biografía
la del presidente que ayer volvió a dejar huella indeleble.
Si no nos jugáramos la seguridad y el bienestar de la
sociedad española -si no se los hubiera estado jugando el presidente a nuestras
espaldas-, sería gracioso que el presidente dijera que hacerle oposición a su
política es «hacer oposición al Estado». «Le etat ce moi» nos viene a decir
quien ha negociado clandestinamente durante cinco años y hasta hace dos semanas
con una organización terrorista, el principal enemigo del Estado, para
coordinar intereses y acomodar fines. Tiene Rajoy razón cuando dice que
Zapatero ha engañado a todo el mundo salvo a ETA. Debería estar claro que su
permanencia en el poder es un peligro para nuestra dignidad y nuestras
libertades.
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