ABC 24.06.09
La verdad es que algunos
millones de españoles somos unos puñeteros retrógrados y reaccionarios como
dice la vicepresi de la Cosa. Todos los que no sabemos distinguir entre matar y
matar. Matas a una mujer que te tortura durante décadas y eres un solemne asesino.
Cierto. Matas previo pago a un nene que no te ha hecho nada en una clínica de
Barcelona y eres un médico excelso. Aquí todos somos malos menos los que adoran
al líder. Cuestión de calidad. Hay días que uno ve los ojos del talante y da
gracias de tener tamaño para no caber en la trituradora. Pero viendo el odio
que generamos los discrepantes, nos alegramos de vivir en unos tiempos en los
que parece descartado, de momento, que nos metan en un vagón de ganado.
Destino: Carrillo dirá. Nuestro liderazgo actual tiene un nivel ratonero.
Peligroso por tanto. No es casualidad que, en cuanto aparece una ministra que
no escandaliza con sus modales en un buen hotel europeo, caiga en desgracia y
le quiten las atribuciones, el dinero y el respeto. Los demás consideran que la
vida es una lucha permanente por mantenerse a flote apoyando los codos en los
hombros de los demás. El sentido del ridículo y la dignidad son como las
corbatas o la ducha. O le enseñan a uno de pequeño a habituarse a todo ello, a
considerarlo parte del respeto que se debe uno a sí mismo y a los demás, o no
caben más que dos actitudes. Una es ir con chanclas y bermudas a una recepción
oficial y hurgarse entre los dedos de los pies mientras hablas con un
embajador. La otra es hacerse un fondo de armario en el que quepan todos los
disfraces y todas las imposturas.
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