ABC 06.01.09
CREO que el año comienza con demasiadas complicaciones como
para que tengamos que añadir a nuestros esfuerzos la titánica exégesis de la
nada que supone intentar encontrar sentido y contenido al mensaje, ayer
evacuado, de Zapatero sobre la crisis de Oriente Medio. Bien cierto es que el
Gran Timonel ha adquirido cierta dosis de pudor y ya no se lanza faldicorto,
como en el 2006 durante la Guerra del Líbano, a apoyar los mensajes antijudíos
de su tropa mediática y partidista. Habrá quien crea que es brizna de honradez.
Otros pensarán que es alarde del taimado. Igual me da. Vista la basura
antiisraelí que se vuelca a diario en las televisiones, radios y periódicos que
gozan o esperan favores del poder del régimen en España, todos deberíamos saber
por dónde respira el poder ante la inmensa tragedia que tantas vidas ha costado
y va a costar. Todos sabemos que el presidente quiere la paz en Oriente Medio.
Faltaría más. Lo malo es que su mensaje se basa en la inmensa mentira de que
hay gentes en Israel y en Occidente que quieren la guerra. Y en el insulto
absoluto y definitivo de la gentuza de su entorno que difunde la idea de que el
pueblo de Israel busca la guerra y la muerte del prójimo. La secta de Zapatero
no quiere reconocer que el culto a la muerte es patrimonio de sus amigos.
Es
legítimo -y quizá lógico- que haya muchos millones de seres humanos que crean
que la liquidación de las fuerzas terroristas de Hamás no es la mejor solución
para acabar con el drama humano que nos abate hoy en día. Yo creo que se equivocan.
Pero eso no importa. Está plenamente justificado que exista el debate sobre las
formas de afrontar esta tragedia en marcha, que costará vidas en todas las
partes. Lo grave, fuera del escenario bélico, es que quienes creemos firmemente
en que Israel debe defenderse con toda la contundencia necesaria ante la
sistemática agresión de que es objeto seamos tachados de asesinos que merecen
poco menos que la ejecución pública. Tengan cuidado los poderes públicos.
Porque ése es el mensaje que transmiten. Quienes se alimentan de las arengas de
sus radios y televisiones, a poco que tengan un compromiso religioso o
sentimental con las fuerzas palestinas, tan jaleadas a cargo de nuestros
impuestos, pueden comenzar a matar. Y no en Gaza, sino aquí. El magnífico embajador,
Raphael Schutz, que Israel tiene en España intenta desde todas las esquinas
promover sentido común y algo de realidad, y decencia frente al griterío del
odio. Él tiene a sus escoltas. Pero hay muchos españoles, judíos o no, que
están hartos de la caricatura que el Gobierno de Zapatero hace del conflicto de
Oriente Medio. Y que alimenta a quienes quieren vengar unas supuestas
injusticias que se pregonan desde La Moncloa. Hay que recordar, antes de que
pase algo que evoque a los asesinados Van Gogh o Fortuyn en Holanda, que el
Gobierno tiene el deber de defender a todos sus ciudadanos, aunque tengan
opinión y no la oculten.
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