ABC 11.03.09
Nos dice el juez justiciero,
implacable cazador cuando ve el amanecer, que siempre actuó de buena fe cuando
ocultó al Consejo General del Poder Judicial que durante toda su larga
excursión de recreo por Nueva York cobraba por aquí y por allá. Vamos a creerle
porque es un hombre ocupado. Ha invertido tanto tiempo y gastado tanta tinta,
membretes y dinero público en indagar si Franco y Girón de Velasco estaban
vivos, que hay que entender que se le traspapelen documentos, licencias,
certificados y defunciones. Incluso permisos, licencias de estudios y
condiciones de las mismas. A estas alturas nadie le va a pedir a Baltasar
Garzón que aparente ser un juez ecuánime, neutral, justo o como se diga. La
sociedad española sabe que es un juez que juega siempre en beneficio propio.
Sin que le importe entrar en el lodo del juego sucio. Es tan curioso su frenesí
con algunos casos como su apatía con otros. Este hombre quiere saber todo de
unos trajes en dos semanas pero lleva años sin interesarse por un caso que le
ha sido encomendado y que sugiere, nada menos, que la policía española abortó
la detención del aparato financiero de ETA. Y no pasa nada. Pero hay sitios en
el mundo en los que estas obscenidades y anomalías grotescas, sí tienen un
precio. Por eso es una auténtica tomadura de pelo que nos diga el señor Garzón
que, si hubiera tenido voluntad de ocultación, no habría declarado al fisco en
Estados Unidos. Nuestro cándido juez Garzón no tiene pelotas para no declarar
al fisco norteamericano. Allí no se va a despistar. Allí las instituciones se
respetan a sí mismas. Si no hubiera declarado, él sabe que estaría preso. Allí lo
último que se perdona son las estafas al erario público. Pregunten por Al
Capone.
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