ABC 20.01.09
LA verdad a este país siempre nos llega, lógicamente, a
través de la cadena de radio más sectaria de Europa occidental, que es la que
dictamina lo que ocurre y lo que no, lo bueno y lo malo, cuándo son pacifistas
los terroristas y cuando son terroristas los discrepantes y fascista la
oposición. Acuden allá con regularidad el presidente del Gobierno y el jefe de
la llamada oposición con la única diferencia de que el primero muestra mucha
menos docilidad en sus respuestas. Y por supuesto es mucho mejor tratado. Ayer
le tocaba ir al Gran Timonel a explicarnos la vida y el mundo. Tres días
después de que su genio económico, el Buda Indolente anunciara con solemnidad y
mucha conmiseración hacia los engañados que todo lo dicho antes por él, su jefe
y sus gregarios era mentira.
Ahora reconocen que han estado dos años mintiendo
como bellacos a españoles ilusos que no sólo les votaron sino tomaron
decisiones personales, basadas en esta confianza en los gobernantes, que van a
condicionar su estabilidad emocional, sus ingresos, sus deudas, su bienestar,
su crédito y su salud. En definitiva, el futuro propio y de sus hijos. Solbes,
ese triste funcionario virtuoso en la impostura que sólo en este país podía ser
sobrevalorado, nos dijo el viernes que nos olvidemos de todo lo dicho antes
porque era poco menos que broma. Y el domingo nos amplió algo su sinceridad,
tan falsa como sus mentiras, para avisarnos de que el Gobierno poco puede hacer
ya para evitarnos el lodazal.
Con
este cambio de registro nos quieren preparar para las nuevas medidas que habrán
de tomar para financiar su propia supervivencia. Más allá del endeudamiento de
generaciones, acabarán en el expolio fiscal. Son una pareja, el Gran Timonel y
el Buda Indolente, que en el Hollywood de preguerra habrían sido iconos del
humor negro y cruel. Juntos nos sumergen en los tiempos de mayor inseguridad,
zozobra y pobreza que habrán de sufrir los españoles en medio siglo. Eso sí,
nos piden que lo hagamos sin acritud y con esperanza. ¡Consumid, malditos!, nos
venía a ordenar ayer desde las ondas nuestro líder supremo. Le irrita que los
españoles no le hagan mucho caso. Como le irrita que los bancos no arriesguen
el patrimonio de sus accionistas para mayor gloria de la Zeja y su secta. Pero
nuestros héroes no saben decir la verdad ni cuando se lo proponen. Horas
después, Joaquín Almunia, comisario en Bruselas, a cuyas apariciones públicas
en Madrid no acuden los ministros para no soportar disgustos, nos ha anunciado
horas después que la situación es mucho peor. España, dice, estará el año
próximo con el 19 por ciento de su población laboral en paro. Horas después se
rebajaba a España la calificación crediticia. Después han salido los gregarios
a descalificar a las agencias de valoración crediticia y a la propia Comisión
Europea. Y a azuzar a las víctimas de este inmenso drama contra quienes lo
anunciaron y denuncian hoy. La culpa es de la oposición. Y a este paso, la
oposición, como en su día Bujarin en Moscú, acabará reconociéndolo.
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