ABC 12.03.09
NO me pregunten si era alondra o ruiseñor, petirrojo o
mirlo, pájaro único y mágico o mera ilusión, pero ayer, once de marzo, lo oí
trinar. Y era el mismo que me saludaba hace veinticinco años en mis paseos de
madrugada por el parque de Schönbrunn en Viena. Perfecto e igual. Supongo que
son añagazas de la memoria. Trucos del sentimiento. Son los mecanismos que nos
dejan hurtarnos al presente para revivir las grandes emociones de la vida que
se alejan en el tiempo, sin piedad. Los que despiertan una Séptima de Brückner,
el Réquiem de Mozart o el Kindertotenlieder de Mahler, no ya como placer
presente sino evocación del pasado. Como el poso en el alma de todo lo que
sentimos alguna vez y que yace siempre oculto salvo en estos guiños nuestros a
aquellos que fuimos.
Cinco
años hace de aquel día en que nos despertamos los españoles con un sobresalto
que segó 191 vidas, destruyó miles de existencias y cambió un poco a todos. Y
mucho a este país. No tiene sentido pensar sobre lo que habría ocurrido de no
haber pasado aquello. Como no tenía sentido para Mahler pensar en por qué había
muerto su adorado hijo pequeño. Él hizo su luto de la forma más maravillosa
posible. Nosotros deberíamos ser capaces al menos de mantener una cierta capacidad
de luto. Como el trino del pájaro ignoto, esa capacidad de luto es el mejor
lubricante para los mecanismos del alma que hacen mejores a las personas y por
tanto a las comunidades. También a las naciones. Alexander y Margarete
Mitscherlich escribieron hacen muchos años un libro clave para entender y
asumir el luto que se titula «Die Unfähigkeit zu trauern» (La incapacidad para
el luto). Fue una obra capital en el proceso de regeneración de una sociedad,
la alemana, que después de la guerra, acosada por la culpabilidad, intentó
sustraerse al padecimiento de las víctimas de aquella tragedia de dimensiones
bíbilicas que fue el Holocausto y la Segunda Gran Guerra. Venía entonces a
contarnos el matrimonio de psicoanalistas que eran los Mitscherlich que sin
luto por las víctimas ninguna sociedad puede desarrollarse de una forma sana y
creativa. Supongo que pocos habrán leído a Mitscherlich en el Partido
Socialista de Madrid. Tantos como en el Partido Popular supongo. Pero quien sí
ha entendido al matrimonio de sabios alemanes es Inés Sabanés, que ayer estuvo
junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en el acto
de luto en la Puerta del Sol. Sabanés discrepa probablemente mucho más que
Tomás Gómez de la política de Aguirre. Pero está claro que esa gran señora de
la izquierda madrileña entendería muy bien a Mitscherlich y sabe distinguir muy
bien entre lo que es la política y lo que es el trino del pájaro mágico, la
rememoración, el luto por los que se fueron y el luto por nosotros que les
seguiremos. Y el valor fundamental que para una sociedad libre de individuos
libres tiene los actos que nos definen y forman ante un presente siempre
arriesgado. Ante un futuro en el que la esperanza siempre debe basarse en el
respeto y homenaje continuo a quienes nos dejaron, nuestros padres y nuestras
víctimas.
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