ABC 31.03.09
HACE unos días, uno de los seres más inteligentes que tengo
el lujo de ver muy de vez en cuando en mi vida me preguntaba por mis fichas
policiales en el este de Europa. Con todos mis años en el este, cruzando
siempre desde Occidente y con una fama ya por entonces poco sospechosa de
simpatizar con los regímenes comunistas, mis fichas deberían al menos contener
una extensa lista de lupanares y descripciones más o menos exactas de mis
hábitos más canallas. A Timothy Garton Ash le vigilaron con un cierto rigor. El
suficiente como para poder escribir luego, a partir de una sola ficha policial
de la Stasi, un interesante librillo (The file) sobre esa vigilancia y su
relación con el poder totalitario comunista. El expastor protestante Joachim
Gauck, durante muchos años jefe de la oficina de elaboración de los archivos de
la Stasi, me envió amablemente los archivos a mí referidos o, mejor dicho, lo
que quedaba de ellos. En la RDA tuve tres archivos abiertos interesados por mi
persona, lo que me agrada.
Dada
la lata que me dieron muchos de sus autores en mis años de trabajo en la RDA,
no esperaba menos. Lo malo es que dos de ellos se quemaron al parecer en la
Normannenstrasse en Berlín, sede central de los archivos de la Staatssicherheit
(Stasi para los amigos), donde comunistas y anticomunistas se enfrentaron en
Noviembre de 1989 y destrozaron todo lo posible y más de lo necesario. Unos
estaban firmes como funcionarios prusianos ante el tigre de papel y los otros,
como cretinos amantes de la libertad, les ahorraban el trabajo quemando papeles
en esa ira chapucera de la libertad que todo lo rompe. De los informes que me
envió Gauck por tanto, dos sólo eran índices. Y el otro era reflejo de la
perfecta vagancia de unos policías políticos ya tan desmotivados que se limitaban
a echar una ojeada a tu documentación, a lo que llevabas encima y al sitio en
el que desayunabas. Me pareció una absoluta falta de respeto. Una triste
biografía y cinco sinsorgadas sobre mis visitas en Berlín Este, en Halle y
Dresde eran todo lo que habían considerado curioso o destacable aquellos
mamelucos con abrigos de cuero o gabardinas que me seguían mañana, tarde y
noche por las calles de toda la RDA. La policía política de los regímenes
comunistas de Polonia y Checoslovaquia en su día eran igual de pesados pero
tenían más sentido de humor. Frente a las casas de Petr Uhl, de Dientsbier o
Hayek aparecían como auténticos paparazzis de nuestro tiempo. Frente a la casa
de Jacek Kuron o ante aquella dirección tan venerada que era la casa de
Bronislaw Geremek -todavía nos hace llorar su absurda muerte- en Varsovia
hacían los jóvenes policías casi competición de videos con sus cámaras en las
bolsas de deportes. Cuenta Peter Eszterházy en un maravilloso libro sobre su
padre, escrito cuando ya sabe que había sido confidente de la policía política,
que el volumen de información de la ficha le caía encima hasta aplastarle. Mi
ficha fue terriblemente liviana. Hecha por los mismos. Y sin embargo todas las
fichas pesan. Porque aunque uno se ría ahora de las pasadas, nunca sabe cuándo
abrieron las siguientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario