ABC 26.05.09
LES voy a contar hoy una confidencia -ha pasado ya mucho
tiempo- sobre los prolegómenos de mi salida de mi anterior diario. Fue el
primer incidente serio que tuve con la emergente secta de guardianes de unas
esencias que eran sólo suyas. Hoy controlan la casa. Tanto, que en la redacción
se habla en voz muy baja, como en los bares de Hernani, como en el Palacio de
La Moncloa, por cierto. El hecho es que vino un miembro de la citada tropa a mi
despacho y me anunció que el comité de redacción tenía una denuncia anónima
contra mí. Que se transmitiría al director. Le pregunté si era una broma. No lo
era. Le dije que lo de la «denuncia anónima» sonaba muy feo. A camisas pardas y
negras, a abrigos de cuero. Y pregunté por la identidad del denunciante. Se me
negó. La denuncia llegó al director. Era un periodista y mandó a paseo a los
denunciantes. Éstos prosiguieron con su misión de purificación ideológica y con
otro director consiguieron su propósito. Mi delito había sido declarar en
televisión que yo tenía un mar de dudas sobre el trasfondo del atentado del
11-M. No esbocé una tesis propia ni me adherí a ninguna otra con o sin
conspiraciones que me parecen disparatadas. Sólo dije que dudaba. Mi puñetera
manía de albergar dudas sobre la verdad decretada. Hoy estoy seguro de que
algún día se tendrá que volver a hablar del 11- M. Y no desde la marginalidad o
el interés por un titular forzado.
Quizás no haya que esperar más de cuatro décadas, lo que ha
tardado en llegar el espectacular giro en el caso de la muerte del estudiante
izquierdista Benno Ohnesorg, abatido a tiros por el policía Karl Heinz Kurras.
Fue durante una manifestación el 2 de junio de 1967. El asesinato de Ohnesorg
-a manos de la policía «capitalista y fascista»- fue el detonante del
movimiento violento de protesta que sacudiría a Alemania. Y generó las bases
para el terrorismo alemán, tanto del llamado significativamente «2. Juni» como
de la Fracción del Ejército Rojo (RAF) que durante muchos años mantuvo en
estado de excepción -en algún momento contra las cuerdas- a la RFA. La muerte
de Ohnesorg dividió a la sociedad, puso en riesgo la democracia y causó la
muerte de decenas de inocentes. Ahora, 42 años después -como resultado del
análisis de los archivos de la policía política (Stasi) de la Alemania comunista
(RDA)- se ha sabido que Kurras, el policía que disparó a matar a Ohnesorg, era
un miembro de la Stasi infiltrado en la policía de Berlín oeste. Kurras, de 81
años, ya ha confesado. Al izquierdista Ohnesorg lo mató la izquierda comunista.
Para desestabilizar a la RFA, sembrar el odio y cambiar su historia. Aquí y
ahora no se trata de hacer paralelismo alguno. Eso sí, Zapatero muestra ya en
los mítines la mirada trastornada y el rictus descompuesto de los líderes
bolcheviques de provincias cuando amenazaban al enemigo y acusaban al traidor
de impedirle cumplir con brillantez su plan quinquenal. Impotente, vierte odio
y discordia por doquier. Es peligroso. Dentro y fuera pueden aprovechar su
siembra quienes no nos quieren bien. Alguien debiera advertírselo. Pero me
dicen que Zapatero ya sólo escucha las voces que oye en su interior.
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