ABC 09.04.09
YA tenemos un gobierno nuevo, queridos lectores. Con todos
los ministerios que había, sepa Judas para qué. Y una Vicepresidencia más que
todos esperamos nos sea muy útil para resolver los problemas de subsistencia y
convivencia que se nos echan encima como una marabunta bien alimentada por unos
fondos públicos tan profusamente utilizados por los gobernantes para alimentar
a las hormigas fieras. Aquí estamos ahora con un Gobierno que no se cree nadie
y al que nadie otorga ya, al segundo día de su existencia, ni la menor
posibilidad de contener la plaga. Ni cien días ni niño muerto. No encuentro a
nadie serio que crea que este Gobierno se ha hecho para otra cosa que no sea su
propia y pura subsistencia. Veremos si consigue superar el verano y las
elecciones europeas. Por mucho que hayan incorporado a piezas de combate de
trinchera.
La
toma de posesión de nuestra nueva «Cavalleria Rusticana» de Cultura lo dice
todo. Allí estaba toda la tropa de la secta dispuesta a un imaginario y
patético «no pasarán» -también de un «nos lo llevamos todo»- mientras las
realidades de nuestro país van mostrando un declive y una degradación
vertiginosa. Allí estaba casi de ministrable una Pilar Bardem que, no me cabe
duda, llegado el caso, enviaría a media sociedad española a la Checa de
Fomento. Y allí estaban junto a la nueva ministra de la subcultura de algunos
de ellos, los más fervorosos agitadores y beneficiarios del rencor en este
país. Allí estaba toda la arrogancia y prepotencia del izquierdismo
carpetovetónico, que tanto tiene que ver con la miseria revolucionaria
tercermundista o soviética y tan poco en común con la socialdemocracia
cultivada de la tradición europea. Que tanta amistad y empatía tiene con
asesinos como el Ché Guevara o Fidel Castro, con milicos déspotas como Hugo
Chávez o tiranos comunistas. Y tan poca afinidad con humanistas de la izquierda
europea como Helmut Schmidt, Willy Brandt, Olof Palme o Bruno Kreisky.
Probablemente muchos de la tropa no sepan siquiera a quienes me refiero.
Algunos
estamos curados de espanto. Y hemos visto cosas mucho peores. Pero da bastante
miedo ver la íntima comunión entre poder y vocación abiertamente totalitaria
que se vio ayer en el «sarao» de la toma de posesión de la ministra de cultura.
Está claro que el señor Zapatero sabe que no puede sacar a este país de un pozo
negro que tanto ha contribuido él a abrirnos. Pero está también claro que su
tropa se atrinchera para defenderse en un frente que cada día nos evocará más a
un Verdún económico, político y desde luego social y cultural. Nuestro código
social no conoce ya el pecado. Y ni la impericia ni la ineptitud son delitos.
Pero quiero pensar que hay una sociedad española en la que rige aun una cierta
percepción de la responsabilidad histórica. Y espero que no le pase inadvertida
esta grotesca y peligrosa aventura del maridaje entre inanidad moral y
arrogancia irresponsable.
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