ABC 18.06.09
Hace unas semanas, casi todos
los diarios del globo, publicaban con grandes titulares que «el mundo estaba
indignado» por la prueba nuclear que acababa de realizar Corea del Norte.
¡Pobrecito el mundo que se indigna porque un país ridículo, dirigido por un
bufón amanerado, lance un cohete y haga estallar una primitiva carga nuclear!
¡Pobrecita una comunidad internacional en la que gigantes como EE.UU., China,
Rusia, Japón y otros poderosos aliados en la UE o en la OTAN, se dejan tomar
el pelo por un dictador payaso que apenas puede alimentar a su ejército y tiene
al resto de la población esclavizada y hambrienta! Se dijo que la provocación
no quedaría sin respuesta. ¿Dónde está? ¿Quién es más ridículo, Kim Jung Il o
el Consejo de Seguridad? Pero si Corea del Norte es un país patético, Irán es
algo más serio. Y dentro de muy poco tendrá también sus armas nucleares. El
ridículo que hace el mundo frente a Teherán es comparable al sufrido con Pyong
Yang. Desde el sábado, los diarios que hablaban del enfado con Corea del Norte
nos aseguran que en Irán se lucha por la democracia. La realidad es que sólo se
manifiestan por algo parecido a la democracia los estudiantes de Teherán, el
pijerío que diría aquí la prensa de la secta. El conflicto serio, el del poder,
se dirime entre poderosos grupos de intereses, presión y sectas chiíes. Y todos
quieren la bomba. Y estarían dispuestos a utilizarla. Por eso, quizás el
ridículo mundial lo tenga que enmendar un minúsculo país que se sabe el primer
objetivo de la futura bomba iraní. Adivinen cuál.
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