domingo, 13 de julio de 2014

EXQUISITECES

Por HERMANN TERTSCH
ABC  18.10.08


El crítico literario Marcel Reich-Ranicki, el gran gurú de la literatura en Alemania, es célebre por su pluma acerada y su mal humor. En los últimos cuarenta años se ha permitido despedazar libros de todos los grandes escritores de lengua germana. Ha lanzado al éxito a muchas obras y escritores pero probablemente ninguno haya salido siempre ileso de la implacable opinión de este judío germano-polaco. Salvo su adorado Thomas Mann. Durante años, Reich Ranicki ha decidido la suerte de las novedades editoriales desde su atalaya en el programa «Literarisches Quartett». La televisión pública decidió por ello este año sorprenderle con el Premio de la Televisión Alemana en una ceremonia de gala, quizás menos sectaria que las que se celebran por estos lares, pero igual de insufrible. La cuestión es que cuando se anunció el premio, Reich Ranicki subió indignado al escenario a anunciar que no aceptaba un premio que se ha concedido, en pasadas ediciones y también en ésta, a lo que denominó «toda esa basura televisiva». El debate estaba servido y salvo de la crisis no se ha hablado de otra cosa en la pasada semana que de la calidad de la televisión. Confieso mi simpatía por este hombre tan antipático. Aun consciente de que, si por Reich Ranicki fuera, en la pública sólo se emitirían filmaciones de Hamlet y Macbeth y recitales de poemas de Brecht y Bachmann. Salvo en el caso de una dotación persuasiva, hay premios que da apuro compartir con ciertos personajes. Ya no se trata de exquisiteces. Se trata de evitar ciertas compañías atroces. Hilde Spiel, la gran dama de la literatura austriaca, escribió que lo peor que puede pasarle a una generación culta es ver como su juventud es difamada y falseada por las posteriores. Es posible que el «share» sea hoy ya incompatible con la decencia intelectual. Pero entonces mejor no intenten agasajarlos juntos.

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