ABC 02.12.08
El término lo acuñamos muy pronto como respuesta a ese
buenismo que se puso tan en boga y que supuestamente practicaba el nuevo líder
socialista y los personajes que se movían en su entorno. Debo confesar que en
su día sí produjo cierta satisfacción comprobar que había tanta gente que lo
consideraba el término más correcto y afinado para calificar el fenómeno que se
nos echaba encima con el triunfo del sentimentalismo de la sentina. Ahora les
aseguro que la perspicacia demostrada entonces no nos rebaja un ápice la
desolación que sentimos ante la situación a la que hemos llegado en España en
tan poco tiempo de voraz y feroz despliegue de lo que podemos llamar la Gran
Tropa de la Sin Par Catadura.
Cierto,
tienen razón en que mucho se veía venir y que hacía tiempo que en este país
cada vez se despreciaba más la decencia y la gallardía (ridícula palabra,
pensarán muchos) y sobre todo se primaba, más allá de la envidia y el
resentimiento, meros deportes nacionales, la vileza y la mezquindad. Son dos
características a las que, forzados, convencidos o por naturaleza y vocación,
todos podemos descender. Es una forma barata de intentar hacernos a todos
iguales. Sólo resultan tristes o molestas para quienes no hayan crecido en
ellas y se obstinen en resistirse a las mismas. Con cierta dosis de «realismo»
y «pragmatismo» y despojados de dogmatismos y radicalismos de principios, por
supuesto también de religión, creencias y supersticiones, todo el mundo debiera
acostumbrarse a estas condiciones. Nuestra sociedad se vería libre de
contradicciones que valieran la pena. Porque nada valdría la pena. Cuando todo
es una basura y una cochambre en las relaciones humanas, las reglas vuelven a
ser todas comunes. Habilitadas con un lenguaje sentimental y vacuo, podemos
vivir en la mierda gobernados por gentes de nuestra misma catadura sin hacernos
el más mínimo reproche.
Lo
dicho, este país tiene la historia marcada y jalonada de miserias y
mezquindades como todas las sociedades humanas. Por el hecho de serlo. Que haya
habido más en una historia relativamente reciente tiene que ver con la pobreza.
Lo que resulta realmente increíble e inmensamente doloroso es que la creciente
prosperidad de las últimas décadas haya derivado ahora en este aquelarre de
mentiras, falsificación sistemática de la realidad presente y pasada, de bajeza
moral y odio a la franqueza y a la excelencia. Individuos de la catadura de
Pepiño Blanco se dan en todos los lugares del mundo. Como otro tipo de
accidentes morales, fallas de carácter y depravaciones. Lo terrorífico es que
una sala entera de gentes en principio de bien aplaudan las deposiciones de
semejante personaje y no en un sitio sino en infinidad de ellos. Lo aterrador
es el coro que aclama y jalea a quienes quieren linchar a todo el que se
obstinan en no bajar a bucear en los lodos del pozo negro en que quieren
convertir a la sociedad española. Lo triste es que tantos que en principio no
se creían allí hayan llegado a la conclusión de que es solo en la sentina del
gentucismo donde se puede vivir tranquilo y seguro.
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