ABC 06.11.08
YA ha sido elegido, con una mayoría muy rotunda, con control
sobre las dos Cámaras del Congreso, con un éxito de movilización sin
precedentes y una agenda de promesas de felicidad ilimitada. Barack Obama ya ha
entrado en la historia tras una campaña brillante y una jornada electoral que
revela toda la grandeza de la democracia norteamericana. El entusiasmo en las
calles norteamericanas es genuino y digno de entenderse y ser compartido.
Precisamente por ser el reflejo del valor de la ilusión y la esperanza. Otra
cosa son ya las muchas jactanciosas opiniones enanas que a este lado del
Atlántico se hacen, normalmente desde el desconocimiento y esa arrogancia
petarda del antiamericanismo español, de los que se creen que Obama les ha dado
a ellos la razón y va a ser menos americano que sus antecesores. De esos que
aseguraban el martes que sólo votarían a McCain los racistas y los tontos. Es
ese sectarismo que se ha extendido por nuestro país y que hace tan difícil
percibir y concebir la grandeza que demostraron Obama y muy especialmente
McCain con su brillante y conmovedor discurso de aceptación de la derrota. Pero
estos grandes gestos de patriotismo, gallardía y calidad humana son perlas para
la piara de comentaristas de la secta.
El presidente saliente George Bush le ha recomendado a Obama
que sea muy feliz durante las semanas que le quedan antes de su toma de
posesión, porque después va a tener poco tiempo y motivo para serlo. Parece que
algunos no le quieren dar ni estos días de gozo y asueto. Horas después de
anunciarse la victoria de Obama ya tiene el primer órdago sobre la mesa. El
presidente ruso, Dimitri Medvedev, no había felicitado aun al vencedor cuando
anunciaba el despliegue de misiles en la región rusa de Kaliningrado, la
antigua Königsberg, en esa cuña de territorio ruso junto a los estados bálticos
de la OTAN y Polonia. También ha anunciado acciones ofensivas como la
instalación en aquel territorio de sistemas electrónicos para interferir las
comunicaciones del sistema de misiles norteamericanos en Polonia y la República
Checa y sabotear así este sistema defensivo que no está dirigido contra Rusia
sino contra posibles misiles balísticos de Irán. Un gesto poco amistoso éste
del Kremlin al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Washington tendrá que
responder a este reto y ya veremos en los próximos meses cómo lo hace. Claro
está que todos los rivales y enemigos de Estados Unidos van a probar ahora al
nuevo presidente. ¡Ay de Obama como se confirmen las sospechas de incoherencia
e incertidumbre en estos primeros pulsos! Lo que parece ya claro es que entre
las primeras iniciativas de Obama, al que algunos aquí presentan como un
pacifista tan puro como nuestra ministra de Defensa, será exigir a los europeos
más tropas para Afganistán. Y tropas para combatir y ganar la guerra a los
talibán, no para estar acuarteladas en autoprotección, haciendo cuatro obras de
caridad humanitaria en las cercanías de sus bases. Las inmensas expectativas de
los electores norteamericanos generarán pronto, inevitablemente, decepciones.
Las ilusiones de quienes han presentado en Europa a Obama como un santo laico
están condenadas a la frustración.
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