ABC 25.03.09
ANTE el tsunami de mentiras del poder, les voy a contar una
anécdota histórica que revela que las palabras de un poder tóxico no son nada
frente a una realidad que, a veces, hace más trampas que los mentirosos. Muchos
no recordarán a Günther Schabowski. No se lo reprochen. Era un miembro más del
Buró Político de la SED, secretario del distrito de Berlín bajo el régimen
comunista de la RDA. Era un lacayo más ante el jefe -Erich Honecker- y un
tirano más ante los subordinados -el resto de la población-. Un aparatchik
vulgar, un poco menos asesino que el jefe de la Stasi, Erich Mielke, y un poco
más sofisticado que el jefe del ejército popular comunista, Heinz Hofmann. Los
conocí a los cuatro. Seres vulgares, déspotas y lacayos, tristes escaladores
del poder en los que todo respeto o dignidad era impostura.
Pero a uno de ellos la vida le ha dado tiempo para la
autocrítica. Podíamos llamarlo también el examen de conciencia. Inopinadamente,
de los cuatro fue el menos poderoso, Schabowski, quien hizo historia. El 9 de
noviembre de 1989, el Buró Político encargó a Schabowski que diera una
conferencia de prensa para anunciar reformas, siempre bajo un régimen
socialista. En el fragor de preguntas sobre la libertad de viajar al oeste, un
periodista italiano le preguntó a partir de cuándo. Y Schabowski, lo cuenta por
primera vez él en un artículo memorable en Die Zeit esta semana, dijo que
«desde ya». Nadie había dicho que se abrían las fronteras. Los berlineses lo
entendieron así por radio. Acudieron en horas centenares de miles al muro. Y el
muro cayó. Las mentiras habían sido arrolladas por la realidad.
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