ABC 18.02.09
Están desaparecidos nuestros ideólogos defensores de la
fauna y flora. Nuestros queridos ecologistas, esas almas tiernas hacia todo
arbolito, animalito y bestezuela pero implacables en el acoso a los centenares
de miles de cazadores españoles y a toda la España agraria, cuyos magros
ingresos dependen en gran parte de la caza. Parecen mudos los que se
escandalizaban con la afición de Álvarez Cascos. ¿Dónde están nuestros
fundamentalistas que siempre prefieren que regiones enteras de la España rural
se pudran en el subdesarrollo y en la pobreza a que se irrite a los animales
del bosque? ¿Dónde están todos los que desde la prensa izquierdista insultaban
hace sólo meses a Sarah Palin por cazar alces?
Sospecho
que están con esos que tachan de homófobo a cualquiera que se resiste a sus
pretensiones y después acuden a manifestarse a favor de los sicarios palestinos
de Teherán que ahorcan a los homosexuales en grúas. Allí coinciden con ese
feminismo que se incendia por la grosería de alguien de derechas pero aplaude la
Alianza de Civilizaciones con quienes pegan por sistema a sus mujeres y lapidan
a las más díscolas. Y con quienes se manifestaban contra un submarino nuclear
en Gibraltar durante el Gobierno de Aznar y después no han mostrado reparo
cuando han entrado en el mismo puerto los submarinos nucleares uno tras otro.
Son los que decían que el PP incendiaba los bosques de Galicia y los que no han
tenido la menor piedad hacia las familias de los doce muertos en el incendio de
Guadalajara. O los que pretendieron que el ministro Trillo había asesinado a
los militares del accidente de Turquía y después han demostrado que les
importaba un carajo los soldados muertos en el helicóptero Cougar en
Afganistán. Los que insultaron a Mayor Oreja y hoy callan ante la caza al inmigrante
decretada por la policía de Rubalcaba. En fin, son los mismos y están juntos.
Nuestra progresía. La cima de la hipocresía.
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