ABC 31.12.08
Como todos estamos hoy empeñados en un ejercicio de buena
voluntad y de despliegue de los mejores deseos para este 2009 que se presenta
bastante canino, no seré yo el aguafiestas horas antes de las campanadas. Me
resistiré por ello a bucear por las profundidades de las reflexiones del
presidente Zapatero sobre su supuesto «alter ego», Barack Obama, expuestas ayer
en otro diario. Pero me permitirán que exponga para la posteridad algunas de
las frases de este hombre que construye frases con tanto desparpajo y desenfado
que las palabras se antojan ovejas bailarinas estabuladas en un fumadero de
opio. No hablamos del contenido. Carece de importancia. Dice que las conquistas
de EE.UU -a quien ahora corteja-, son la ONU e Internet. No su Constitución y
su lucha por las libertades. Minucias. Vayamos al virtuosismo en domesticar
ovejitas. Al final de la danza en trance, las bestezuelas ya no saben si son
derviches de Damasco o dantzaris de Lequeitio. Así surgen posturillas como «si
la política ha producido cambio, ahora le toca al cambio producir política.»
Comenzó
a destapar el frasco de sus esencias con su frase más sincera hasta la fecha:
«Las palabras deben estar al servicio de la política». Mandamiento impuesto.
Las ovejitas dopadas con su travestismo semántico son hoy paisaje dominante en
nuestras praderas habladas y escritas. Pueden ser blancas, negras, violetas o
carmesí con toda la alegría faldicorta que las ansias infinitas de bondad
confieren. ¿Qué rayos importará lo que significaba una palabra antes de mí, si
quiero utilizarla para decir otra cosa? Así, la grácil desenvoltura de la prosa
del Gran Timonel acaba como si las ovejitas bailaran el «Toterkinderlied» de
Mahler creyendo que es el «Cascanueces»: «No es fácil, nunca lo es, pero se
puede». Las ovejitas beodas se dejan hacer de todo. Estén satisfechos. El
líder, el prestidigitador, el columnista total pasará a la historia. Feliz año.
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