ABC 23.10.08
ANTE todo hay que reconocer que el berrinche va a más y con
razón. El martes, un presidente Zapatero pletórico llegaba al Congreso de los
Diputados a laminar a la oposición con los siete votos canjeados por unas
carísimas habichuelas concedidas a los Gobiernos cada vez más autónomos del
País Vasco y Galicia. Se supone que ambos beneficiarios utilizarán estos
millones de euros, como tantos anteriores, al fraccionamiento del mercado
interior español y a su ferviente lucha contra una cohesión nacional más necesaria
que nunca, como ciertos sucesos del exterior nos indican. Aunque también es
posible que el presidente socialista de Galicia tenga aún que ampliar su flota
con coches de 480.000 euros para mayor gloria de Breogán. Un día antes se había
dejado celebrar como el hombre que nos sacará de la crisis que nos ha impuesto
EEUU, es decir Bush y la CIA, que no soportan lo libérrimos y prósperos que
somos en la España socialista. Pero a media mañana del martes se fue
desinflando el soufflé. Hubo noticia desde París que anunciaba que el Timonel
leonés no estaría en la Cumbre Internacional sobre la reforma del sistema
financiero en Nueva York.
El
presidente podía haber sido prudente. Haber intentado gestiones diplomáticas
discretas no ya sólo con Sarkozy que, como se ha visto, no hace la lista de los
invitados, sino con todos los demás participantes. Quizás hubiera encontrado a
algunos que por propio interés hubieran hecho gestiones en la sombra. Para
convencer a los anfitriones de que aunque no aportara nada, Zapatero tampoco
habría de ser necesariamente un aguafiestas en la cumbre. Probablemente hace un
par de años habría sido más cauto. O alguien se habría atrevido a
recomendárselo. Pero ahora, ya acostumbrado a pisotear impunemente formas y
contenidos, sensibilidades ajenas y la propia lógica del bien compartido,
respondió al conocer la noticia con un desabrido «ya hablaremos». «No saben
esos con quién están hablando». Del gesto de ofendido pasó a implorar por una
invitación sin solución de continuidad. Nada hay más patético que un personaje,
sobrio o no, intentando convencer al portero de la discoteca que precisamente
él es bienvenido y necesario en la fiesta. De nuevo el «no saben con quién
están hablando». La llamada al encargado jefe, ahora Sarkozy, no le ha supuesto
sino otra humillación.
Han
llegado más, la lista de los participantes incluye a Sudáfrica, Corea del Sur y
hasta la Argentina de Kirchner. Y no está Zapatero, el líder internacional de
la Alianza de las Civilizaciones. Pues bien, ahora quiere y decreta que los
españoles nos irritemos con orgullo patriótico herido porque el presidente no
estará en la cumbre. Y nos quieren hacer creer que es una venganza mezquina de
George Bush, ese fascista yanqui responsable de la tragedia familiar de todos
los desempleados españoles consumados y por venir. Se equivocan, me atrevo a
sugerir, aun a riesgo de ser apedreado por antipatriota. Con España se comete
una injusticia, sí. Pero es sólo un precio más, y en absoluto el mayor, de los
que España ya paga y habrá de pagar por la irresponsabilidad y los desafueros
cometidos dentro y fuera por un presidente, les recuerdo, reelecto.
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