ABC 25.09.08
EL presidente Zapatero ha viajado a Nueva York, ciudad que,
aunque situada en territorio del Imperio del Mal, goza del aura de
extraterritorialidad que le transmite la sede de las Naciones Unidas. Allí se
propone lanzar una buena dosis de intenciones beatíficas a los asistentes a la
Asamblea General de la ONU. Al auditorio allí le encantan los planes de
salvación, incluso los de mero entretenimiento como la Alianza de
Civilizaciones. Sobre todo cuando llegan acompañados de un cheque con fondos
pagados por el artífice de la ocurrencia o, para ser más exactos, por los
contribuyentes del país representado por el ocurrente. En las Naciones Unidas,
donde vuelve a haber una sólida mayoría de países gobernados por regímenes que
consideran que los derechos humanos son una ocurrencia más, de las menos
gratificantes, de democracias occidentales menguantes o directamente caducas,
Zapatero siempre tendrá un público tan agradecido como en Rodiezmo. No porque
él no sea un defensor de los derechos humanos. Ayer habló de una «defensa
radical» de los mismos. Es cierto que a veces es implacable. Condena firmemente
toda violación de los derechos humanos en Estados Unidos y en la Italia de
Berlusconi. Menos atención presta a esos mismos derechos en Cuba, Rusia, China.
Al fin y al cabo, uno no puede abarcarlo todo. Especialmente cuando uno tiene
una agenda de líder mundial como ha demostrado tener en este viaje una vez más.
Pero
dejemos las galas de política internacional del presidente, la de la ONU y la
de nada menos que el Foro del Liderazgo Mundial -impresiona, ¿verdad?- en el
que el pobre Gordon Brown intenta consolarse lejos de casa con la compañía de
Zapateros y Erdoganes. Vayamos al capítulo más trascendental y enjundioso del
viaje de nuestro presidente allende los mares, el que ha transcurrido
directamente en la boca del lobo del capitalismo culpable, represor y ladrón.
El lobo está maltrecho como todo el mundo sabe y ya siente de forma más o menos
directa. Pero debe haberse sentido reconfortado ayer con las palabras del socialista
español que le ofrece una especie de asilo político y social en España. Después
de haber insultado por activa y por pasiva a los americanos y a sus empresas
del capitalismo de rapiña, Zapatero ayer llegó al acto organizado por la Cámara
de Comercio de Estados Unidos en España, es decir, por las empresas ya
asentadas en nuestro país y obligadas en defensa de sus intereses aquí a tratar
a regañadientes con un poder que sabe ser rencoroso. Ninguna institución
empresarial o económica norteamericana ha tenido el menor interés siquiera en
darse por enterada de la presencia del presidente. Deben ser unas insensatas o
ignorantes. Porque habrían tenido oportunidad de ver al líder máximo del país
con «el sistema financiero más sólido del mundo». Ahí es nada. «Superamos la
media europea y a Italia, lo que deprime a Berlusconi. Queremos adelantar a
Francia, no lo quiere ni oír Sarkozy». ¡Qué perlas se ha llevado a Nueva York
mientras aquí sólo llueven cascotes! Es que no tiene precio.
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