martes, 24 de febrero de 2015

ACOSO ROJIPARDO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  16.04.13


Lo increíble es que tenga que ser ese colectivo de Manos Limpias el que dé un paso que debió dar hace mucho tiempo ya el propio PP

EL colectivo Manos Limpias denunció ayer ante el fiscal General del Estado a la portavoz de la llamada Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau, como presunta inductora y cooperadora en delitos de amenazas y coacciones. Colau es la máxima representante de los comandos de activistas que mantienen una campaña de acoso a políticos del Partido Popular en toda España. Su objetivo declarado es la intimidación y coacción de los parlamentarios y cargos electos para que voten en el sentido en que les ordena Colau y su gente como condición para dejarles vivir en paz. La gran jefa de los activistas de la extrema izquierda y del movimiento antisistema que llevan a cabo estos acosos ha formulado sus amenazas a los políticos en numerosas ocasiones ante las cámaras de televisión. Lo increíble es que, al final, tenga que ser ese colectivo de Manos Limpias el que dé un paso que debieron dar hace mucho tiempo ya el propio PP o de oficio el fiscal General del Estado. Habría sucedido en cualquier país de nuestro entorno de haber hecho alguien en televisión un llamamiento a perseguir y acosar a los políticos electos para doblegar su voluntad y forzarles a cambiar de sentido su voto parlamentario. Hay polémica ahora sobre la forma adecuada de calificar estas agresiones que dirigen los comandos Colau exclusivamente contra políticos del PP. Cuando obvio que la responsabilidad en los desahucios recae ante todo en los socialistas que llevaron a la economía española a su bajada a los infiernos. Algunos han criticado a María Dolores de Cospedal por calificar estas acciones como un acoso nazi. Y no sólo consideran inapropiado ese término aquellos que, en la izquierda parlamentaria, apoyan por primera vez desde la muerte de Franco acciones violentas contra la derecha parlamentaria. En la alarmante ruptura de una unidad de los demócratas que se mantuvo siete lustros. Algunos como Arcadi Espada consideran que se utiliza aquí la palabra «nazi» en vano. Y que sería mejor denominarlos «acosos terroristas» porque su objetivo proclamado es causar miedo a los políticos hasta quebrar su voluntad y cambiar su voto. Otros dicen que al ser activistas de la izquierda más radical resulta absurdo adjudicarles un término que se adjudica a la extrema derecha. Me parecen bien ambos. O acoso rojipardo. Creo que los comandos de la señora Colau practican el terrorismo de baja intensidad. Pero también que, siendo comunistas, han adoptado unos mecanismos de presión que son calcados a los utilizados por el nacionalsocialismo en su primera fase, cuando aun estaba lejos del poder. La alianza rojiparda puede llamarse esta simbiosis totalitaria.

Cuando recibimos noticias de que también los comunistas parlamentarios de IU y lavada ETA retoman una cooperación que tuvieron hasta el atentado de la calle Correo. La definición de agitación rojiparda la merecen las campañas en las redes sociales promovidas por una extrema izquierda que encuentra también enorme predicamento en las televisiones privadas. En estos momentos de pasiones, angustias muy lógicas, demagogia descontrolada y agitadores sin escrúpulos, las televisiones están jugando un papel que puede ser letal, si sus responsables no adoptan un mínimo de sensatez. Si la violencia grave sigue a la violencia selectiva y taimada de Colau y compañía, el futuro juzgará con dureza a unas televisiones, sin las cuales el zafio y obtuso mensaje de la venganza, el resentimiento y los aromas de la justicia popular no habrían cristalizado necesariamente en tragedia. La voracidad del sensacionalismo mediático, la impotencia de una izquierda arrastrada por sus peores instintos y la irresponsable pasividad del Gobierno son esa mezcla explosiva que sólo espera la chispa de un trágico incidente.

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