ABC 26.10.12
La mano de hierro de Putin estrangula todo lo que pudiera
ser sospechoso de tener criterio
EL pasado martes se ha celebrado una votación en la Duma, el
parlamento de Rusia, que ha recibido muy poquita atención en los medios
europeos. Ya sabemos que Rusia está muy lejos y ahora con Vladimir Putin
aquello parece en orden y calma. El interés por aquel país es mínimo salvo para
firmar contratos de gas o petróleo. Pues lo sucedido en esa votación en la Duma
nos afectará muchísimo en el futuro. Por una abrumadora mayoría del partido del
presidente Vladimir Putin, Rusia Unida, del Partido Comunista y de los
nacionalistas Demócratas Liberales se ha aprobado la «Ley de alta traición». La
ley ha sido elaborada por los Servicios de Información (FSB), el antiguo KGB, y
fue aprobada sin segunda lectura ni enmienda. Esta ley establece que todo
contacto de ciudadanos u organizaciones rusas con ciudadanos u organizaciones
extranjeras puede ser objeto de persecución por «peligro a la seguridad del
Estado». Han leído bien: todo contacto de ciudadanos u organizaciones rusas con
ciudadanos u organizaciones extranjeras. Según esta ley se deja al criterio de
las autoridades interpretar y valorar el peligro que para la seguridad de Rusia
suponga cualquier persona u organización que esté en contacto con extranjeros.
Esta ley de alta traición culmina el proceso que comenzó con la ley contra las
ONG. Todas las organizaciones no gubernamentales que reciben fondos del
exterior están obligadas a registrarse como «agentes del exterior». La
denominación lo dice todo. Así han sido estranguladas todas las agencias y
organizaciones de defensa de derechos humanos y civiles en esta pasada década.
Con una nueva ley de manifestación que permite condenar a participantes por
«agitación y desorden de masas», las posibilidades de cualquier tipo de
oposición hoy en Rusia depende siempre de la benevolencia de las autoridades.
El FSB, la heredera del KGB, es por lógica la organización favorita del viejo
chequista que es Putin. Es su principal arma en el interior. Sus armas en el
exterior son de nuevo tipo: sus inmensos complejos energéticos Gaszprom y
Rosneft. Con ellos el Kremlin amenaza, presiona, compra y doblega voluntades
como otrora con sus tanques en las llanuras europeas o con su arsenal nuclear.
E impide protestas exteriores. Pero en el interior Putin es extremadamente
clásico. Desde su sede en la Liubianka, el FSB actúa con eficacia. Muy lejos
quedan las incertidumbres de los años del colapso del poder soviético y del
desorden bajo Yeltsin. No sólo ha recuperado el poder que tuvo en la URSS, sino
que tiene ya una única obediencia. Como solo había sucedido antes bajo Stalin.
Lentamente, de forma casi imperceptible para la opinión pública de Europa
occidental, Rusia es ya una inmensa dictadura con cuatro tristes héroes
acorralados o presos como única oposición.
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