ABC 25.01.13
Solo si
podemos competir con el resto del mundo podremos mantener algunas de las
características de nuestro sistema único europeo de protección social
LA
canciller Angela Merkel ha acudido al Foro Económico de Davos con un sólo
mensaje. La competitividad en el seno de la Unión Europea tiene que aumentar de
forma rápida y firme para poder consolidar en las próximas décadas un sistema
viable que proteja las virtudes más características de nuestro sistema. La
primera de ellas no ya la sanidad universal o el derecho a la jubilación,
también importantísimas, sino la propia democracia. Si Europa se hundiese en
los próximos años en su propia incapacidad de aplicar con eficacia las reformas
por resistencia de las sociedades o incapacidad de sus clases dirigentes, su
suerte estará echada. Y como pequeña zona del mundo envejecida y pauperizada a
finales de este siglo, si no ya a mediados, aquí en Europa no habría nadie
capaz de defender nuestra sociedad abierta, sin duda la más justa y compasiva
del planeta, pero ya no la más eficaz y por tanto incapaz de mantener el
bienestar que disfruta. Esta es la idea central del discurso de la canciller
para toda Europa. Y ahora en Davos no lo ha querido dejar eclipsar por nada. Ni
siquiera por una respuesta al anuncio del referéndum británico para la salida
de la Unión Europea, con el que David Cameron se presentó en los Alpes suizos.
Merkel no quiere polemizar con el conservador británico. Éste tiene tiempo para
ver si hace o no lo que dice que quiere hacer. Y ver cómo reaccionan la City,
el mundo financiero en general y las grandes multinacionales a su coqueteo con
la salida de Europa.
Pero no va a ser Merkel la que
alimente caricaturas de los tabloides británicos con su imagen uniformada y con
casco prusiano impartiendo órdenes a los indómitos isleños. Merkel ha acudido
con un solo mensaje, el único con dimensiones históricas que marca toda la
política en Europa. «La competitividad es la cuestión fundamental para
nuestro futuro». Todo el proyecto de la Unión en Europa, con su profundo
significado político y humanista, depende del reto de la competencia en un
mundo cada vez más pequeño e implacable. Porque solo si podemos competir con el
resto del mundo podremos mantener algunas, nunca todas, de las características
de nuestro sistema único europeo de protección social. Y para competir con el
resto del mundo es imprescindible completar los ajustes. Que nosotros seamos
uno de los últimos países en aplicar estas medidas y que lo tengamos que hacer
en las peores condiciones con una sociedad exhausta, se lo debemos a los
gobernantes que durante años engañaron a la población para su beneficio propio.
Y a una sociedad que en parte cree aun hoy que las prestaciones se recortan por
capricho ideológico.
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