lunes, 23 de febrero de 2015

EXCELENCIA SCHWARZENBERG

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  18.01.13


El hecho de que el aristócrata Schwarzenberg esté en la carrera final para la jefatura del Estado dice mucho bueno de los checos

LA próxima semana se celebra en la República Checa la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Se disputan la jefatura del Estado Milos Zeman, político socialista que fue primer ministro de 1998 a 2002, y Karel Schwarzenberg, el que fuera mano derecha de Vaclav Havel, ministro de Asuntos Exteriores y una personalidad que les quiero presentar. Los dos finalistas rondaron el 24% con Zeman aventajando al candidato conservador por menos de un punto. El primero quiere movilizar a comunistas e izquierda en general. El otro podría contar con el voto de la clase media ilustrada y urbana. Zeman tiene 68 años, es un animal político y puede ser durísimo. Schwarzenberg tiene 75, habla un checo anticuado, aprendido en el exilio. Pausado, culto y lúcido, es el «homo mitteleuropeus» total desde que murió Otto de Habsburgo. El príncipe es jefe de la casa Schwarzenberg, una de las grandes familias de la alta aristocracia bohemia del Imperio. Poderosa ya a finales de la Edad Media, multiplicó su poder e influencia tras la victoria de las fuerzas católicas imperiales en la batalla de la Montana Blanca al comienzo de la Guerra de los Treinta años. Hasta 1918, eran decenas sus palacios y castillos por Bohemia y Moravia y el resto del Imperio austro-húngaro, incluidos los dos inmensos palacios urbanos de Praga y Viena. El Imperio estalló en pedazos. Los Schwarzenberg se declararon leales a la nueva Checoslovaquia de Masaryk en 1918 y también lo fueron cuando llegó Hitler veinte años después. En 1945, Schwarzenberg y otras familias que habían marcado su distancia al nazismo no perdieron sus propiedades ni fueron expulsados con los decretos antialemanes del presidente Benes. Sin embargo, llegaría su hora en 1948 cuando, tras unas elecciones fraudulentas, los comunistas se hicieron con el poder.

Como otros aristócratas y propietarios, Karel y familia fueron expulsados del país en horas, sin apenas una muda. Él tenía once años. Cuando volvió 41 años después, en 1989, sus compatriotas derribaban el régimen comunista en Checoslovaquia y toda Europa central. Él había hecho carrera y fortuna como empresario y hotelero en su palacio en Viena. Además era un cotizado experto en política de la Europa dividida y la Guerra Fría. Vaclav Havel, el escritor disidente que surgía como héroe de la revolución y pronto como presidente, lo comprometió de inmediato como canciller en el Hradshin para la reconstrucción e integración en Europa. Con un sentido del deber y del servicio, vocación por la verdad y la eficacia que forma parte del legado familiar durante siglos, forma parte de una aristocracia que nada tiene que ver con la deplorable farándula que se tiende a considerar como tal por estos pagos. Así se lanzó a la política con éxito en defensa del legado de Havel.

Schwarzenberg y otros, los expulsados y desposeídos por los comunistas en 1948 -no así los expropiados en 1945 por sus vínculos con la ocupación nazi- han visto cumplido el sueño de sus mayores al serles devueltas al menos parte de sus castillos y propiedades. El hecho de que el aristócrata cosmopolita, sobrio y anti sentimental Schwarzenberg, que tiene castillos y palacios en Chequia, Austria y Alemania, esté en la carrera final para la jefatura del Estado dice mucho bueno de los checos. Como ya sucedió con Vaclav Havel, es el triunfo de la excelencia y la honestidad y la derrota del resentimiento y la envidia. La antítesis del populismo. El respeto a la vocación de servicio, al compromiso y a la calidad. Gane o pierda, esa calidad demostrada me emociona, vista desde este país, España, presa, humillada y mortificada por la zafiedad, la rapiña y la pillería.

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