ABC 13.11.12
Hace mucho tiempo ya que no es un rumor que en España violar
las leyes sale gratis. Y así nos va
EL alcalde de Montoro es un socialista compasivo. Los
desahucios le parecen una crueldad. A secas. Y ha decidido que su Policía
urbana no los haga. Aunque tengan que desobedecer a los jueces. No, ha dicho,
con la firmeza de quien sabe que tiene la bondad de su parte. Ni leyes ni nada.
Ahora ya es famoso y le llaman de las radios. Como a Sánchez Gordillo, el que
roba en los supermercados y pega a las dependientas. Y ocupa propiedades ajenas
y justifica la violencia y el latrocinio. Todo también por bondad. ¡Cómo cunde
la bondad! El alcalde de Montoro también se ha dado cuenta de que merece la
pena ser bondadoso. Ya es célebre y querido. Atrás, olvidada, queda su fama de
sinvergüenza. Muchos seguirán su ejemplo. Toda España es un criadero de Robin
Hoods. Dispuestos a ignorar las leyes y ser generosos con dinero ajeno. Por eso
quien cree y dice que las leyes han de cumplirse, se convierte en problema. Que
se solventa con una pequeña advertencia. Y si no, se le insulta. Se le acusa de
ser un miserable sin corazón. De ser un fascista que disfruta con los parados y
las desgracias de los pobres, que es lo que dice Javier Bardem del Gobierno de
Rajoy. Suele ser mano de santo.
El miedo en este país manda más que Mefisto en París.
Quienes defendían las leyes se convierten rápidamente en fervorosos partidarios
de ignorarlas. O violarlas con estrépito. No vaya a pensar nadie que hay mala
conciencia por estar contra la ley y con el pueblo. Y así se llega al momento
en el que todos compiten por demostrar quién es el más compasivo, quién el más
bondadoso, quién el más dispuesto a la mayor transgresión de las leyes en aras
de la bondad. Hace mucho tiempo ya que no es un rumor que en España violar las
leyes sale gratis. Lo saben los mafiosos, los traficantes de carne humana y en
España lo sabemos todos. Y así nos va. La mayor parte de nuestras desgracias se
explican ahí. Violar las leyes ha sido la política oficial del Gobierno catalán
hasta entrar en el delirio. Violarlas nos ha convertido en competidores de
África en la corrupción. Y cuando algo falla y la justicia se mueve, en
campeones de indultos inexplicables. Violar la ley en los despachos o frente al
Congreso de los Diputados es ya, más que una conducta, una actitud. Promovida
en televisiones y mensajes políticos, en la educación más zafia del continente
y en un antiautoritarismo que ha acabado no ya con el respeto, sino con el
mínimo decoro.
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