domingo, 22 de febrero de 2015

LA COMPASIÓN TRIUNFANTE

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  13.11.12


Hace mucho tiempo ya que no es un rumor que en España violar las leyes sale gratis. Y así nos va

EL alcalde de Montoro es un socialista compasivo. Los desahucios le parecen una crueldad. A secas. Y ha decidido que su Policía urbana no los haga. Aunque tengan que desobedecer a los jueces. No, ha dicho, con la firmeza de quien sabe que tiene la bondad de su parte. Ni leyes ni nada. Ahora ya es famoso y le llaman de las radios. Como a Sánchez Gordillo, el que roba en los supermercados y pega a las dependientas. Y ocupa propiedades ajenas y justifica la violencia y el latrocinio. Todo también por bondad. ¡Cómo cunde la bondad! El alcalde de Montoro también se ha dado cuenta de que merece la pena ser bondadoso. Ya es célebre y querido. Atrás, olvidada, queda su fama de sinvergüenza. Muchos seguirán su ejemplo. Toda España es un criadero de Robin Hoods. Dispuestos a ignorar las leyes y ser generosos con dinero ajeno. Por eso quien cree y dice que las leyes han de cumplirse, se convierte en problema. Que se solventa con una pequeña advertencia. Y si no, se le insulta. Se le acusa de ser un miserable sin corazón. De ser un fascista que disfruta con los parados y las desgracias de los pobres, que es lo que dice Javier Bardem del Gobierno de Rajoy. Suele ser mano de santo.
El miedo en este país manda más que Mefisto en París. Quienes defendían las leyes se convierten rápidamente en fervorosos partidarios de ignorarlas. O violarlas con estrépito. No vaya a pensar nadie que hay mala conciencia por estar contra la ley y con el pueblo. Y así se llega al momento en el que todos compiten por demostrar quién es el más compasivo, quién el más bondadoso, quién el más dispuesto a la mayor transgresión de las leyes en aras de la bondad. Hace mucho tiempo ya que no es un rumor que en España violar las leyes sale gratis. Lo saben los mafiosos, los traficantes de carne humana y en España lo sabemos todos. Y así nos va. La mayor parte de nuestras desgracias se explican ahí. Violar las leyes ha sido la política oficial del Gobierno catalán hasta entrar en el delirio. Violarlas nos ha convertido en competidores de África en la corrupción. Y cuando algo falla y la justicia se mueve, en campeones de indultos inexplicables. Violar la ley en los despachos o frente al Congreso de los Diputados es ya, más que una conducta, una actitud. Promovida en televisiones y mensajes políticos, en la educación más zafia del continente y en un antiautoritarismo que ha acabado no ya con el respeto, sino con el mínimo decoro.

A veces este obsceno desprecio de las leyes tiene un precio más alto que el desprestigio y la falta de crédito. A veces mata. En el Madrid Arena se dieron cita los desprecios a las leyes de todos los implicados. De los organizadores, del Ayuntamiento obligado a controlarlo y de muchos participantes. Y sin embargo, no habría pasado nada si no se hubiera sumado una decisiva violación de la ley tan masiva como fue la avalancha de quienes entraron por la fuerza sin pagar. Después de haber violado la ley fuera en un botellón. No eran diez o doce desaprensivos. Eran mil. Sin el mínimo respeto a la ley o temor a la sanción por violarla. Educados en este país del apaño y del engaño. La indolencia y cobardía de los mayores no son ejemplo. Y las leyes, así son las cosas, no tienen quién las defienda. La fuerza mayor se impone. Vayan temblando los débiles que han olvidado que las leyes se hicieron para protegerlos a ellos. Dependerán de la compasión triunfante.

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