Por HERMANN TERTSCH
ABC 19.01.13
El ataque a la planta de gas de Argelia es un argumento a
favor y no en contra de la intervención en Malí
Nuestros apaciguadores occidentales se apresuraron a ver en
el ataque a la planta de gas de Argelia una represalia por la intervención
militar francesa en Malí. Pues no. Estos asaltos, dicen los expertos, están
preparados y se hacen y harán con uno u otro pretexto. Las bandas dispuestas a
estas operaciones con franquicias diversas de Al Qaida son un argumento
precisamente a favor y no en contra de la intervención en Malí. El sur de
Libia, el sur de Argelia y el norte de Mali son inmensos territorios desérticos
en los que el islamismo terrorista ha logrado crear estructuras. Su
sorprendente calidad organizativa en los combates de esta semana frente a los
franceses lo demuestran. Las plantas de explotación de petróleo y gas en los
desiertos son ya centros de alto riesgo mientras no se destruya esas redes que
se han generado a lo largo de una década. Son previas a la revolución en Libia
aunque se han beneficiado mucho de armas llegadas y cuadros forjados en la
misma. El balance definitivo de muertos y heridos está por ver. Que el ejército
argelino se precipitara a atacar, con bajas inevitables, ha tenido mucho
detractor. Pero si Argelia hubiera hecho caso a quienes piden negociaciones a
toda costa, estaríamos ya ante un gran triunfo de estas bandas. Que competirían
entre ellas por la gloria y el botín del asalto a todas las plantas
petrolíferas del norte de África. El dilema europeo ante este terrorismo queda
en evidencia en dos posiciones. Una es la del primer ministro Cameron que ante
las críticas a Argelia ha dejado claro que «la única culpa la tienen los
terroristas». La otra la de uno de los rehenes liberados que mostraba plena
comprensión hacia los terroristas y decía, pese a haber pasado dos días con un
collar de explosivos, que «le habían tratado bien».
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