martes, 24 de febrero de 2015

PACIENCIA A CAMBIO DE NADA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  30.04.13


Este Gobierno debería haber explicado a los españoles desde un principio cuánto daño se ha hecho aquí

PIDE paciencia Mariano Rajoy. Dice que él sabe adónde vamos. Que todo saldrá bien. Y que tengamos «un poquito», ha dicho, de paciencia. Rajoy pide demasiado. No porque no podamos, debamos y tengamos que esperar a ver si esta política produce resultados. Porque es cierto que es muy pronto. Y no lo es menos que los más impacientes son los que no tuvieron empacho en pasar ocho años indolentes viendo cómo Zapatero generaba en España mayor y más generalizada devastación de lo que habría causado una pequeña guerra. Mientras muchos de ellos hacían fortuna. Como tanto periodistas de nuestra izquierda, millonarios gracias a las célebres sinergias entre lo público y lo privado que utilizaron con tanto garbo y rédito.
Rajoy, decíamos, pide demasiado al pedir paciencia. Pero porque la pide a cambio de nada. Porque el Gobierno no ha dado razones a la sociedad para esa paciencia. Y ha distribuido desprecio y desapego hacia quienes le han instado a hacer el esfuerzo pedagógico necesario para que la ciudadanía tenga una idea de lo que se pretende. Lo que nos jugamos. Y tenga la impresión de que sus angustias al menos se conocen. El fracaso de comunicación de este Gobierno es suma de ineptitud y arrogancia, que pospone, a cualquier punto del futuro que convenga todas las explicaciones, todas las respuestas a todas las preguntas de una sociedad que se siente maltratada y, más que engañada, ignorada. Porque engañar, engañaba mejor el Gobierno de Zapatero. Que Rajoy no haya cumplido con casi nada de lo prometido, y hecho mucho de lo que siempre descartó hacer, tiene valoraciones diversas. Muchos están dispuestos a aceptar que, ante el inmenso daño habido, el Gobierno tuviera que romper promesas económicas por fuerza mayor. Pero ha roto otras que podía cumplir con simple voluntad política. Y músculo para defender unos principios que ha olvidado.
Es tanta la continuidad culpable con lo peor del zapaterismo que si el escándalo Bolinaga parecía un fallo de criterio, hoy parece claro que es la pauta. Esta especie de despotismo fatuo del presidente que nos obsequia con medias verdades por los pasillos y con displicencia. Ahora pide paciencia cuando cunde el miedo. Cuando su pasividad es la mejor aliada de quienes quieren asaltar calle e instituciones y acabar con la democracia. Millones de españoles han visto hechos añicos sus planes de vida. Esto merece algo más que una llamada malhumorada a la paciencia. Este Gobierno debería haber explicado a los españoles desde un principio cuánto daño se ha hecho aquí. Y haber llevado a los tribunales a los culpables. Sin medallas. Debería haber recortado ya radicalmente una administración que nos empobrece y paraliza, cuando no sabotea. Y haber superado esa cobardía cósmica que siempre le lleva a las soluciones más fáciles que pagan los más débiles.

Ese miedo al conflicto, esas ansias de armonía que lo dejan inerme ante el chantaje, de sindicatos, de separatistas, de mafiosos o de fuera. Tenía -y aún tiene- el poder y la legitimidad para el salto histórico, el cambio radical necesario. Necesita explicar a quienes no tienen por qué saberlo, que si no se poda ahora, bien y rápido, pronto se talará sin piedad. Que estamos ante la última oportunidad de España de seguir en el mundo desarrollado. Que si no constituimos ya un Estado competitivo para estar dentro de una Unión Europea competitiva, dentro de veinte años las condiciones laborales en España las dictarán los chinos. Ellos, la paciencia no nos la pedirán. Entonces pueden ir todos a llorar a televisión por sus derechos laborales. Pero también por sus libertades.

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