ABC 28.12.12
Puede muy bien ser que el gallego tenga razón. Que no quiera
entrar en debates estériles
Aun resuenan los balances que han hecho del año del Gobierno
de Mariano Rajoy sus amigos y enemigos. Más allá de alguna patosa alabanza
incondicional, la defensa razonable ha sido escasa. Frente a mucha crítica,
decepción y frustración. Y por supuesto la grotesca exageración en los ataques
de quienes están descalificados por ser cómplices o culpables directos de la
peor tragedia nacional desde la Guerra Civil. Si hubo poca defensa del Gobierno
es porque éste ha decidido no tener política de comunicación. Se ha impuesto
-parece marca personal- una especie de parsimonia displicente que debe surgir
de la convicción de que los hechos darán la razón al gobernante y, una vez
suceda esto, todo será olvidado o perdonado. Han olvidado la lógica democrática
de que una fluida comunicación con la sociedad puede hacer más fáciles y menos
traumáticas las medidas necesarias y los cambios resultantes. Tras esa actitud
hay no poca soberbia. Pero probablemente también una decisión política ante el
riesgo de tener al Gobierno enzarzado en grotescas polémicas con una oposición
especialmente ridícula y una movilización callejera demagógica y falsaria,
cuando no vandálica. Como no debe de creer en la necesidad de una política de
comunicación, el Gobierno no parece irritado por el hecho de tener a todas las
televisiones de ámbito nacional entregadas a agitar contra sus reformas.
Mientras en Telemadrid, el terror sindical ha impuesto el secuestro indefinido
de forma tan implacable como impune. Y en RTVE la maquinaria de producción del
mensaje socialista sigue funcionando sin mayor problema. En el duopolio ya
plenamente implantado con beneplácito de Rajoy, las dos televisiones menores,
la Cuatro de Telecinco y la Sexta de Antena3 se dedican incansablemente a
incendiar todo conflicto social posible. Y en especial en Madrid. Cansa ya
denunciar la obscena doble vara de medir con otras regiones. Lo que en
Andalucía se hace con el aplauso de sindicatos integrados en el corrupto
pasteleo, en Madrid se convierte en el intento del Gobierno de González de
matar a los madrileños en los hospitales. Por afán de lucro, dicen. El
disparate es abracadabrante. Y los médicos compiten con sindicatos en
acusaciones atroces y delirantes. Toda épica es poca contra Madrid, a cuyo
Gobierno se niega la legitimidad de gobernar, pese a que en ninguna región de
España son tan inequívocos los resultados electorales y económicos. El Gobierno
de España no da ninguna pena. Él es responsable de la plena supremacía del
discurso de sus enemigos sobre el espacio mediático. Al final puede muy bien
ser que el gallego tenga razón. Que no quiera entrar en debates estériles ni
participar en el permanente griterío cuando quien debe hablar es el BOE. Que es
allí dónde se tienen que consolidar las reformas. Que éstas no sólo están avaladas
por una mayoría absoluta, por la Unión Europea y por los socios, sino por la
necesidad más perentoria. Y que la falta de alternativas es tan evidente que
los enemigos de las reformas sólo pueden aferrarse a modelos fracasados. Y a la
rabia, al insulto, a la coacción y a la violencia. Si tiene razón Rajoy y
triunfa, lo sabremos a finales del año que nace. Si el drama concluye de forma
feliz. Porque lo malo sería que Rajoy tenga la razón hoy y se la quiten. Y el
drama termine en tragedia. Por dejación. Por dar facilidades a los
manipuladores del odio. Que le quiten la razón a Rajoy quienes son maestros en
la agitación con la mentira y la coacción. Ellos que no tienen más opción que
hundirnos en el fracaso y la miseria. Pero que, de lograrlo, no serían los
únicos culpables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario