ABC 24.11.12
El mundo es muy canalla y a
veces se ensaña con quien menos se merece. Eso es lo que piensa Cristina
Fernández de Kirchner que le está pasando a ella de un tiempo a esta parte.
Cuando la víctima es alguien como la presidenta argentina, nadie debe esperar
autocrítica sino un muy considerable enfado con el mundo cruel. Éste está
compuesto en estos momentos para ella por unos «fondos buitre»,
representantes del más odiado capitalismo financiero, un juez de Nueva York,
Thomas Griesa, y las grandes centrales sindicales argentinas. Todo parece
conjurarse contra ella desde que se ha puesto a meditar en voz alta sobre su
reelección cuando apenas ha recorrido el principio del mandato.
Tres
años faltan pero hay prisas. Porque tiene que cambiar las leyes que no permiten
que se presente. Necesita en las legislativas del año 2013 un Parlamento que
vote con dos tercios de mayoría para autorizar su eternización en la cúpula del
Estado argentino. Pero lo dicho, todo parece conspirar contra la superviuda,
que ayer, como casi a diario, volvía a evocar al muerto, al marido y
presidente, a Héctor. Con él y sus poderes, Cristina quiere hacer frente a
todos los que intentan impedir que Argentina alcance la máxima felicidad de
prolongar indefinidamente su presidencia. Pero este cúmulo de reveses, este mar
de contratiempos y los sabotajes desde dentro y fuera, todo eso no lo lleva
nada bien.
Los
sindicatos argentinos, los más poderosos de Latinoamérica, han jugado mucho con
Cristina. Es decir, a su favor. Pero el principal de ellos, la Confederación
General del Trabajo (CGT) le convocó la primera huelga general en diez años. Y
se logró paralizar el país.
Casi
simultáneamente llegaba la noticia de Nueva York que ha conmocionado al país.
Pero ante todo ha provocado la ira infinita de la Casa Rosada. Un anciano juez
neoyorquino, el citado Griesa, harto ya de aplazamientos y engaños, decidió
poner un ultimátum a Argentina para el pago de 1.450 millones pendiente con los
fondos tenedores de deuda argentina que se habían negado a entrar en los
acuerdos y canjes.
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