Por HERMANN TERTSCH
ABC 09.02.13
La fuerte reacción laica frente a los islamistas revela que
está lejos de saberse quién gana
Decenas de miles de tunecinos acudieron ayer al entierro de
Chukri Belaid, el líder de la oposición laica asesinado, nadie lo duda, por el
salafismo, el radicalismo islamista. El homenaje a esta figura clave de la
oposición al gobierno se convirtió en el mayor funeral desde la muerte de
Burguiba, padre de la patria y líder de la independencia. Y la huelga general
convocada en protesta por el crimen ha sido masiva. La sociedad civil tunecina
ha reaccionado a esta muerte con tanto dolor como alarma, porque ha sentido la
orfandad por la desaparición de este líder de la izquierda. Y al mismo tiempo
confirma sus temores de que, lenta pero inexorablemente, el gobierno moderado
del partido islamista Ennahda abre la vía al radicalismo islamista y éste
avanza en su conquista de poder y capacidad de intimidación. Desde el asesinado
de Chukri Belaid el miércoles, Túnez está prácticamente paralizado por el pulso
de las fuerzas laicas al gobierno. En cierto momento el jueves éste se
tambaleó. El primer ministro, Hamadi Yebali, se vio desarbolado y propuso
disolver el Ejecutivo y formar un gobierno transitorio de unidad. Pero el
partido mayoritario en el gobierno Enahda del líder Ganuchi rechazó esta
posibilidad. En todo caso es evidente que Tunez ha entrado en el mismo proceso
de enfrentamiento civil que se perfila desde hace meses en Egipto. Se
caracteriza por una creciente resistencia de la sociedad urbana a los intentos
del islamismo radical de imponer su hegemonía en todos los campos de la vida
pública. El asesinado del líder laico se encuadra en esta constante labor de
intimidación de los sectores sociales opuestos al islamismo y defensores de un
laicismo que fue doctrina de Estado en Túnez desde la independencia. Claro está
que los sectores del islamismo partidarios de imponer una teocracia avanzan y
que el islamismo moderado del gobierno no puede o no quiere pararlo. Pero la
fuerte reacción de la sociedad laica revela que, al igual que en Egipto, está
lejos de decidirse quienes serán los ganadores de este pulso.
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