lunes, 23 de febrero de 2015

UN PULSO SIN RESOLVER

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  09.02.13


La fuerte reacción laica frente a los islamistas revela que está lejos de saberse quién gana

Decenas de miles de tunecinos acudieron ayer al entierro de Chukri Belaid, el líder de la oposición laica asesinado, nadie lo duda, por el salafismo, el radicalismo islamista. El homenaje a esta figura clave de la oposición al gobierno se convirtió en el mayor funeral desde la muerte de Burguiba, padre de la patria y líder de la independencia. Y la huelga general convocada en protesta por el crimen ha sido masiva. La sociedad civil tunecina ha reaccionado a esta muerte con tanto dolor como alarma, porque ha sentido la orfandad por la desaparición de este líder de la izquierda. Y al mismo tiempo confirma sus temores de que, lenta pero inexorablemente, el gobierno moderado del partido islamista Ennahda abre la vía al radicalismo islamista y éste avanza en su conquista de poder y capacidad de intimidación. Desde el asesinado de Chukri Belaid el miércoles, Túnez está prácticamente paralizado por el pulso de las fuerzas laicas al gobierno. En cierto momento el jueves éste se tambaleó. El primer ministro, Hamadi Yebali, se vio desarbolado y propuso disolver el Ejecutivo y formar un gobierno transitorio de unidad. Pero el partido mayoritario en el gobierno Enahda del líder Ganuchi rechazó esta posibilidad. En todo caso es evidente que Tunez ha entrado en el mismo proceso de enfrentamiento civil que se perfila desde hace meses en Egipto. Se caracteriza por una creciente resistencia de la sociedad urbana a los intentos del islamismo radical de imponer su hegemonía en todos los campos de la vida pública. El asesinado del líder laico se encuadra en esta constante labor de intimidación de los sectores sociales opuestos al islamismo y defensores de un laicismo que fue doctrina de Estado en Túnez desde la independencia. Claro está que los sectores del islamismo partidarios de imponer una teocracia avanzan y que el islamismo moderado del gobierno no puede o no quiere pararlo. Pero la fuerte reacción de la sociedad laica revela que, al igual que en Egipto, está lejos de decidirse quienes serán los ganadores de este pulso.

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