domingo, 22 de febrero de 2015

FUEGO AL POLVORÍN LIBANÉS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  20.10.12


Los ocho muertos y ochenta heridos, las casas destruidas y el pánico en el corazón del barrio cristiano de Astrafiyeh son una tragedia. Pero el terrible significado de esta explosión de ayer en la capital de Líbano está en la identidad de uno de los muertos. Y las inmensas repercusiones que para la paz en toda la región puede tener su muerte y la identidad de sus asesinos. Este atentado tiene todas las características para actuar como una antorcha lanzada al interior de un viejo polvorín. Y todos los que se encuentran alrededor esperan agachados a que el fuego llegue a los barriles de la pólvora.
Porque un atentado indiscriminado con coche bomba como se suponía en los primeros momentos era sin duda una agresión grave para un Líbano en precaria estabilidad en su envenenada dependencia de su vecino oriental, Siria. Pero la alarma se disparó al saberse que entre los muertos está el general de los servicios secretos libaneses, Wissam Al Hassan. Hombre de enorme prestigio y peso, Al Hasan era un hombre de Rafik Hariri, ambos de confesión suní. Y responsable de identificar y detener a algunos de los organizadores del atentado que causó la muerte a Hariri en el año 2005. Todos relacionados con el régimen sirio. Pero Al Hasan había dado otro serio golpe a los muy importantes intereses del régimen sirio de Bashar Al Assad en el Líbano al detener hace unos meses al exministro libanés de información, Michel Samaha, como organizador de una campaña del régimen de Damasco para arrastrar al Líbano al conflicto sirio. Se trataba de una campaña de atentados y secuestros dirigida para Siria por Samaha y otros leales.

El golpe que recibieron los intereses sirios al desarticularse esa conspiración siria en el país del cedro fue muy serio. El general ayer asesinado sabía que la respuesta siria no tardaría en llegar y se llevó a su familia a Europa. No hacía 48 horas que había vuelto a Beirut de un viaje a Francia y Alemania cuando esta bomba lo ha asesinado. En Beirut todos los dedos apuntan a Damasco, pero también a Hizbolá. El partido y su milicia chií con estrechos lazos con el régimen de Assad y con sus patronos de Teherán está implicado en la guerra en el país vecino. Y este grave atentado es un indicio más de que algunos parecen decididos a abrir otro frente de esta guerra en territorio libanés.

Se resquebraja aun más así la frágil paz en un Líbano en el que también Israel, desde el sur, está percibiendo movimientos nada tranquilizadores. El fantasma de los más de tres lustros (1975-1991) de implacable guerra civil sectaria en un país y una ciudad fraccionados, está desde ayer más presente aún. Con la terrible impresión de que la suerte de Líbano está condenada a ser secuestrada para una terrible partida sobre el tablero geopolítico de Siria que, según algunos inevitablemente, va a anegar toda la región en sangre.

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