ABC 20.10.12
Los ocho muertos y ochenta heridos, las casas destruidas y
el pánico en el corazón del barrio cristiano de Astrafiyeh son una tragedia.
Pero el terrible significado de esta explosión de ayer en la capital de Líbano
está en la identidad de uno de los muertos. Y las inmensas repercusiones que
para la paz en toda la región puede tener su muerte y la identidad de sus
asesinos. Este atentado tiene todas las características para actuar como una
antorcha lanzada al interior de un viejo polvorín. Y todos los que se
encuentran alrededor esperan agachados a que el fuego llegue a los barriles de
la pólvora.
Porque un atentado indiscriminado con coche bomba como se
suponía en los primeros momentos era sin duda una agresión grave para un Líbano
en precaria estabilidad en su envenenada dependencia de su vecino oriental,
Siria. Pero la alarma se disparó al saberse que entre los muertos está el
general de los servicios secretos libaneses, Wissam Al Hassan. Hombre de enorme
prestigio y peso, Al Hasan era un hombre de Rafik Hariri, ambos de confesión
suní. Y responsable de identificar y detener a algunos de los organizadores del
atentado que causó la muerte a Hariri en el año 2005. Todos relacionados con el
régimen sirio. Pero Al Hasan había dado otro serio golpe a los muy importantes
intereses del régimen sirio de Bashar Al Assad en el Líbano al detener hace
unos meses al exministro libanés de información, Michel Samaha, como
organizador de una campaña del régimen de Damasco para arrastrar al Líbano al
conflicto sirio. Se trataba de una campaña de atentados y secuestros dirigida
para Siria por Samaha y otros leales.
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