ABC 23.11.12
Camacho no utilizó la mejor munición contra quien no es ya
sólo su rival, sino el principal enemigo de España hoy
LA candidata del Partido Popular a la presidencia de la
Generalitat, Alicia Sánchez Camacho, no ha errado en su diagnóstico. Ella
advirtió siempre que Artur Mas jugaría en su momento la carta independentista y
que llegaría a la insurrección institucional. Ayer, Sánchez Camacho hizo una
muy contundente exigencia a Mas. En declaraciones a Es.radio dijo que el
presidente tiene que reafirmar ante notario que no mantiene ninguna cuenta en
el extranjero. Todo esto está muy bien. Revela claridad y firmeza. Pero no se
ha hecho donde debiera. Que es en Cataluña. Unas horas antes de sus
declaraciones a la radio, la candidata del PP compartía con Mas y con el
candidato socialista Pere Navarro el plató televisivo de la cadena 8TV. Es una
televisión de La Vanguardia, ese otrora respetado periódico, hoy travestido en
panfleto separatista de la peor índole. Que el Conde de Godó ostente una
Grandeza de España, habiéndose convertido en uno de los principales cómplices
de Artur Mas en la promoción del proyecto de destrucción del Reino de España,
es una grotesca contradicción. Extraña no haya llevado a ningún miembro de la
Diputación de la Grandeza a expresar su pesar o su vergüenza. Pero volviendo al
debate, hay que lamentar que doña Alicia no encontrara en aquel plató, ante la
audiencia del electorado catalán, un momento para exigir al allí presente
presidente que hiciera esta visita al notario que en Madrid reclamaba. Es más,
doña Alicia no encontró ni un segundo para hablar de la corrupción con Mas y
con Navarro. Aunque les parezca increíble la corrupción no se mencionó en ese
debate. Es decir, el público catalán no pudo escuchar en ese programa
televisivo ni una sola mención a la insólita situación de su candidato favorito
como sospechoso de diversos delitos económicos. Reconocerán que es más que
peculiar este silencio, esta reafirmación imponente de la «omertá» que tan bien
ha funcionado en Cataluña a lo largo de estas décadas. Y que sólo fue roto
brevemente por Pascual Maragall en el Parlamento catalán hace unos años. Le hizo
callar Artur Mas. Y nunca más se ha querido aventurar nadie a articular esa
verdad aceptada por todos: que el celebrado oasis es una poza de aguas fecales,
pero que todos pueden chapotear dentro con gozo y medro, siempre y cuando nadie
arrugue la nariz. Camacho no la arruga en Cataluña.
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