martes, 24 de febrero de 2015

CUIDADO CON EL TERROR BONDADOSO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  22.03.13


Se trata de echarles un pulso al Estado y al Gobierno. Y de sembrar el terror

EL dirigente del PP Esteban González Pons es uno de los miembros de ese partido que ha sufrido ya el acoso de sus domicilios por parte de concentraciones de la llamada Plataforma Antidesahucios (PAH). Los activistas de esta organización entraron en el portal por la fuerza, subieron al piso de su vivienda y estuvieron 45 minutos aporreando la puerta, insultándole a él, que estaba ausente. Dentro de la vivienda estaba al menos un menor que no sabemos cómo vivió el larguísimo acoso de la turba en la puerta de su casa. Esta operación, calcada a los actos de repudio que organizan los siniestros Comités de Defensa de la Revolución contra disidentes, responde a una estrategia anunciada por esta plataforma en televisión. En un programa de máxima audiencia, su caudilla, Ada Colau, proclamó su política de acosar a los políticos allá donde estén, también en sus domicilios particulares, hasta obligarles a asumir la posición de la Plataforma y comprometerse a votarla. El anuncio de una campaña de coacción directa sobre parlamentarios para forzarles a adoptar bajo intimidación una posición que obviamente no es la suya, se confirmó en aquel programa.
En cualquier país europeo me atrevo a decir, este anuncio mismo habría sido objeto de denuncia inmediata. Por parte de los parlamentarios de todos los partidos y de la fiscalía del Estado. Ningún parlamentario habría aceptado sin rechistar que líderes autonombrados de movimientos incontrolados y radicales se arrogaran el derecho y proclamaran su intención de imponerles una opinión por la fuerza. En España, sin embargo, la izquierda no se distancia de este acoso extraparlamentario cada vez más grave. Al contrario. Cayo Lara, pero también sindicalistas y socialistas, hablan de tomar la calle para imponer su voluntad a un Gobierno que cuenta con el máximo respaldo jamás habido en nuestra democracia. Y que tiene no sólo el derecho, sino el deber de aplicar su política. Y de mantener intacto el monopolio de la violencia del Estado. Siempre que se quieran respetar las reglas de la democracia. Porque eso es lo que ahora está en juego.

Gran parte de la izquierda española, manifiestamente incapaz de presentar una opción política alternativa y un programa de reformas distinto al que el Gobierno y la UE están aplicando en España, apuesta por la calle. Porque ha perdido la esperanza de recuperarse del terrible varapalo electoral que se llevó. Parece que los sensatos en la izquierda se han desvanecido o están derrotados. Apuesta por unas organizaciones izquierdistas radicales muy minoritarias que niegan directamente al Gobierno su legitimidad democrática. Y quieren ganar su primera victoria en la calle con una cuestión que moviliza muchos sentimientos y solidaridad porque en ella se visualiza -y televisa a todos los hogares españoles- la faceta más brutal de la tragedia de la crisis en personas concretas. Hablamos de los desahucios. Sus lemas son de una facilidad radical. «Exigimos ni un desahucio más. Alquiler social y Condonación de la deuda», decían ayer en su enésimo allanamiento de propiedad. Al tiempo que piden condonación de la deuda piden gasto público. Nadie sugiere ante lema tan bondadoso, que si no queremos comer piedras tenemos que pedir dinero prestado. Y que, para recibirlo, conviene no tener fama de ser contrario a pagar las deudas. Pero aquí no se habla de economía. Ni de ayudar a los más necesitados. Porque ahí habría fácilmente acuerdo. Que no necesitan ni quieren. Aquí se trata de echarles un pulso al Estado y al Gobierno. Y de sembrar el terror. La socialización del sufrimiento fue una estrategia etarra de éxito, recuerden. No es otra la que ahora pretende sembrar el miedo. Desde una vocación inequívocamente totalitaria y violenta.

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