miércoles, 25 de febrero de 2015

ERA DÍA 9 Y SE ROMPIERON LOS CRISTALES

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  17.05.07

Hubo un tiempo tremendo en el que nadie se creía o quería atreverse a creer que sucedía lo que después se dijo que había pasado. Nadie tenía el coraje de asumir la posibilidad de ponerse en ridículo avisando sobre una emergencia que, se sabía, todos habrían de negar. Al unísono el coro de la política, la economía, la buena cultura y sociedad, habrían de ridiculizar al que pintara tan negras imágenes en el horizonte. Las exageraciones siempre han sido groseras, se decía y se despreciaba a petimetres, interesados y pequeños imbéciles asustados ante lo que sucedía, los que pedían auxilio y hacían sonar las alarmas porque veían en el poder a gentes que no les protegían como ciudadanos. Tenían la obsesión de que de repente en aquella democracia tenían un Gobierno que los quería mal y ellos no sabían por qué, porque nunca habían delinquido y siempre fueron obedientes de la ley. Pedían ayuda y comprensión, pero la mayoría se reía de los miedos ajenos.
Y el Gobierno decía que eran los agitadores quienes tenían la culpa. Las denuncias eran falsas. Y en noviembre, era el 9, se rompieron los cristales. Aquello fue triste. Pero lo que no pudimos soportar, ni el abuelo, ni mis padres, ni mi hermana Nelly es que al día siguiente, el Gobierno nos dijera que no había pasado nada.

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