ABC 30.11.12
Como a la derecha de este país se le pega casi todo lo malo
de la izquierda, ya tenemos un frente del fatalismo también en la diestra
LOS observadores del cosmos han descubierto una terrorífica
tormenta en el polo norte de Saturno. Yo, que no sé donde está el norte en
Saturno, me he asomado al ojo de la tormenta gracias a la sonda Cassini, un
ingenio que debe andar por allí cerca, y debo decirles que lejos de estar
aterrado, me ha serenado contemplarla. No sólo porque sé que dicha tormenta
está lejísimos. Sobre todo, como me suele ocurrir con las imágenes del
universo, porque me ayuda a relativizar nuestras tormentas inmediatas. Si se imaginan
a la Tierra en los vaivenes de esa tormenta de Saturno convendrán en que
nuestros actuales avatares tienen dimensiones manejables. Incluso para
proporciones terráqueas, humanas, nuestras cuitas en España son, si me lo
permiten sin condenarme por cruel y desalmado, menores.
Los miles de niños que han muerto en un año en Siria son un
drama más cierto que muchos de los que aquí alimentan puntualmente la
productiva fábrica de demagogia, insaciable de materia prima por tramposa y
falsa que sea. Por no hablar de las decenas de miles de niños del África
central de cuya muerte ni siquiera recibimos noticia. Nuestras tragedias
propias, reales, son condimentadas hasta su total transformación por unos
medios encargados de que encajen en la narrativa crepuscular de las fuerzas más
reaccionarias de la sociedad, bien ancladas en la izquierda. Que se dedican a
convertir todos y cada uno de los problemas en una tormenta saturnal. Y nos
amenazan con un apocalipsis, con el infierno y sobre todo con la fatalidad
sistemática. Todo va a ser peor, dicen, si nos movemos. Y han de recurrir a la
mentira para defender un pasado idílico que jamás existió. Lo esgrimen los
inmensos aparatos del inmovilismo para defender privilegios menos sostenibles
que la cabeza de María Antonieta. Lo único que saben hacer es generar miedo. Y
con el miedo, odio.
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