ABC 05.03.13
Ahora vuelven los salvadores globales. Los que declaran
caduco el afán de lucro y criminal la ambición
SIEMPRE hubo en la historia grupos de personas radicalmente
buenas y puras volcadas en hacer el bien. Grupos, bandas, sectas, partidos o
movimientos desesperados por combatir el mal e imponer el bien a todos, lo
quieran o no. Es algo que ha sucedido mucho en los últimos dos siglos
especialmente. En casi todas partes. Desde que se rompió el dictado de Dios,
surgen una y otra vez grupos de personas que actúan como si tuvieran que hacer
su labor. Se erigen en algo así como pequeños dioses sustitutorios. Que patrullan,
ordenan y regulan sociedades y la vida de comunidades, familias e individuos. Y
se arrogan una autoridad que emana en principio exclusivamente de la bondad
infinita de sus intenciones y objetivos. Después ya, cuando adquieren poder, de
la contundencia física. Así pretenden regular el bien en la conducta de todos
los humanos que no impone ya el fenecido temor tradicional al Dios
todopoderoso. Son grupos de gentes impacientes, que encolerizan cuando alguien
se resiste a ser salvado. O cuando hay leyes que se lo impiden. Son nuestros
talibanes. Que no se resignan y no escatimarán medios para convencernos. Irán a
casa de los políticos a acosar a las familias hasta convencerles de que por su
bien acaten el bien de darles la razón. Para hacer triunfar su bondad sobre
nuestra maldad, avaricia, desidia, debilidad o ignorancia apelan tanto a sus
dotes de persuasión y cercanía al pueblo. Sus soluciones siempre son sencillas
para que todos puedan aplaudirlas. Y para dejar en evidencia las tretas viles y
miserables que algunos utilizamos para contradecir sus argumentos. Unos
argumentos que, propuestos desde el bien, son siempre sentimientos. Y que
rápidamente desenmascaran a quien quiera contradecirlos como un cruel psicópata
que no tiene sentimientos y disfruta viendo sufrir a todos esos humanos
maltratados a los que ellos se disponen a salvar.
En la España de la crisis, la frustración y el
descreimiento, surgen ahora estos grupos con fuerza, osadía y la soberbia de la
bondad incuestionada. En Europa, después del maoísmo tonto y del beatnik no
hubo más que un poco de terrorismo de Andreas Baader y Toni Negri y algo de
Hare Krishna. Aparte de las habituales necedades nacionalistas más o menos
asesinas. Después hubo poco más que hippies,yuppies, drogas, cinismo,
bacalao y reality. Ahora vuelven los salvadores globales. Los que declaran
caduco el afán de lucro y criminal la ambición y la individualidad. El sistema
se hunde y ha fracasado, nos anuncian como Lenin, sin saber quién era. Que el
pobre reciba según sus necesidades y todos trabajen según sus posibilidades,
dicen. Y creen que es una idea nueva. En realidad son los mismos que se
formaron después de la primera Gran Guerra en Europa bajo las banderas de las
dos religiones sustitutorias, el comunismo y el fascismo. Con reminiscencias de
nihilistas rusos del XIX, de la Marcia su Roma de 1922, de desfiles de
antorchas de las SA, sus boicots a judíos y acoso a políticos del SpartakusBund
o la Pasionaria. Todo incorporado sin conocerlo, al popurrí de odios al sistema
democrático y a la sociedad abierta, de lemas adanistas y salvajismo bondadoso.
Dicen defender a los pobres contra los ricos, a los débiles contra los
poderosos, a los expoliados de los expoliadores. Pero en realidad dirigen y
acaudillan la gran lucha del bien contra el mal. El debate es imposible. Su
bondad ha de imponerse a nuestra maldad por la fuerza, porque no aceptan las
reglas forjadas por este sistema malvado. Con lágrimas en los ojos y henchidos
de buenos sentimientos, si tienen que abrirnos la cabeza, lo harán con buena
conciencia. También eso ha pasado ya antes.
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