ABC 23.10.12
Lo malo no son los enemigos de la democracia. Lo malo es
cómo y cuánto los hemos incentivado en su labor destructiva
ES un espectáculo que ya no se da ni en los Balcanes. Hay
que irse al Cáucaso norte hoy para encontrar a líderes de partidos victoriosos
que, desde la legalidad, anuncian que liberarán a sus milicias terroristas de
las cárceles del Estado de derecho. Y si no queremos viajar en el espacio,
podemos hacerlo en el tiempo y nos vamos a Berlín en 1932, a la noche electoral
del 6 de noviembre. Hitler había perdido votos respecto a las elecciones
celebradas tan solo cinco meses antes. Entonces Hitler pronunció un discurso en
el que vino a decir aquello de que somos catorce millones, pero seguiremos
convenciendo a los alemanes y seremos veinte y treinta, porque somos el
movimiento que articula la voluntad de la nación, su voluntad de poder, su
despertar. Comparen con las palabras de la señora Mintegui y comprobarán que
plagia perfectamente a Hitler sin saberlo. Con tantos biempensantes en España
defendiendo a doña Laura y a Bildu porque sus 276.989 votos les dan la
credencial de impecable limpieza democrática, imagínense a todos ellos cantando
las alabanzas de Hitler y Göring con sus cerca de 15 millones de votos. Y los
que vendrían. Con ese aval democrático todo vale. Es la quiebra moral perfecta.
Si unas decenas de miles de votos legitiman la muerte de mil inocentes, con
tantos millones de votos, aquí muchos le habrían dado aval democrático a
Treblinka. Por cierto, dos meses más tarde estaba Hitler en el poder. Y las
elecciones posteriores ya se celebraron bajo las reglas del nazismo. Y fueron
las últimas. Mintegui aún no nos lo cuenta. Ni ella ni sus amos en la sombra.
Pero también ellos creen que una vez que el pueblo se ha liberado de sus
enemigos históricos, la existencia de partidos sólo divide y debilita la
voluntad popular en esa «patria socialista» que Otegi ya anuncia en su twitter.
Y el PNV, que se lleva ahora tanto voto del miedo, vivirá con miedo. Sentirá en
la nuca el aliento de la bestia parda.
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