domingo, 22 de febrero de 2015

LA RESIGNACIÓN QUEBRADA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  23.10.12


Lo malo no son los enemigos de la democracia. Lo malo es cómo y cuánto los hemos incentivado en su labor destructiva

ES un espectáculo que ya no se da ni en los Balcanes. Hay que irse al Cáucaso norte hoy para encontrar a líderes de partidos victoriosos que, desde la legalidad, anuncian que liberarán a sus milicias terroristas de las cárceles del Estado de derecho. Y si no queremos viajar en el espacio, podemos hacerlo en el tiempo y nos vamos a Berlín en 1932, a la noche electoral del 6 de noviembre. Hitler había perdido votos respecto a las elecciones celebradas tan solo cinco meses antes. Entonces Hitler pronunció un discurso en el que vino a decir aquello de que somos catorce millones, pero seguiremos convenciendo a los alemanes y seremos veinte y treinta, porque somos el movimiento que articula la voluntad de la nación, su voluntad de poder, su despertar. Comparen con las palabras de la señora Mintegui y comprobarán que plagia perfectamente a Hitler sin saberlo. Con tantos biempensantes en España defendiendo a doña Laura y a Bildu porque sus 276.989 votos les dan la credencial de impecable limpieza democrática, imagínense a todos ellos cantando las alabanzas de Hitler y Göring con sus cerca de 15 millones de votos. Y los que vendrían. Con ese aval democrático todo vale. Es la quiebra moral perfecta. Si unas decenas de miles de votos legitiman la muerte de mil inocentes, con tantos millones de votos, aquí muchos le habrían dado aval democrático a Treblinka. Por cierto, dos meses más tarde estaba Hitler en el poder. Y las elecciones posteriores ya se celebraron bajo las reglas del nazismo. Y fueron las últimas. Mintegui aún no nos lo cuenta. Ni ella ni sus amos en la sombra. Pero también ellos creen que una vez que el pueblo se ha liberado de sus enemigos históricos, la existencia de partidos sólo divide y debilita la voluntad popular en esa «patria socialista» que Otegi ya anuncia en su twitter. Y el PNV, que se lleva ahora tanto voto del miedo, vivirá con miedo. Sentirá en la nuca el aliento de la bestia parda.

Ese es sólo un capítulo de la tragedia. Estamos en el penúltimo momento antes de la misma. En el País Vasco, en Cataluña y en el resto de España. La resignación, el silencio, el consentimiento y la cobardía ya no nos evitan la catástrofe. Lo malo no son los enemigos de la democracia. Son pocos. Y habrían sido fácilmente derrotados por un Estado y una nación que se respetara. Lo malo es cómo y cuánto los hemos incentivado en su labor destructiva. A los enemigos. Pero también las peores actitudes en la sociedad. Porque de lo peor son los vagos mentales, los dóciles correctos, los indiferentes, los tibios, los frívolos, los cobardes. Y esos no son pocos. Son inmensa legión. Son mayoría. Son todos los intimidados durante décadas por los nacionalistas, pero también por esa izquierda que toda defensa de España y preocupación por su integridad la convertían en expresión franquista. En objeto de mofa. Que ridiculizaba a todos con el rodillo de su corrección. Y así se extendió por todo el reino la resignación para la supervivencia. Nadie quería problemas añadidos. Quienes no tenían miedo han sido campeones y triunfantes en esta triste democracia. Los terroristas los primeros, los nacionalistas después y los agitadores y matones del «establishment» izquierdista, tantas veces aliados de unos y otros, siempre. Y la España honesta y débil, huidiza, cobarde, siempre en el lado perdedor, en la resignación. Hasta ahora. Ya estamos al borde del abismo. Y no hay donde ceder. Momento para recapitular. Dar por quebrada, por fracasada la resignación como acomodo de la nación española. Por inviable. Por inútil. Por indigna.

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