domingo, 22 de febrero de 2015

RUINA PÚBLICA, MISERIA PRIVADA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  27.11.12


RESULTA que el vistosísimo tigre que se puso a cabalgar don Artur el día de la Diada, del cual no le bajaron las recomendaciones de algunos propios y muchos extraños, era un cabezaloca con arrebatos suicidas que se tiró finalmente al abismo. Y allí fue él, con todas las ínfulas de grandeza pero también con la mandíbula prieta del Duce, a taladrar el suelo y lograr profundidades jamás conocidas electoralmente por esa criatura del espíritu de la catalanidad que es CiU. El desafío de este hombre pequeño ha durado apenas una siesta. Y ahí quedan como máximos damnificado él, sus restos y sus cómplices. Pero más allá de las miserias privadas de los pequeños hombres, por mucho, muchísimo daño que hayan hecho a su entorno, a su partido, a Cataluña pero ante todo a toda España, está la ruina política en la que estamos. Ruina en la que seguimos, por mucho que pasáramos unas horas reconfortantes viendo caer a cámara lenta a Mas el domingo. Hasta hacerse fosfatina el tigre. Y romperse él la cara, mandíbula incluida. Ha sido gratificante asistir al hundimiento de las ambiciones de este hombre de calidad escasa. Miserias privadas han sido todas sus expresiones de satisfacción por la debilidad de España. Y sus intenciones de aprovecharla para infligirle al Estado, a la Nación y a la Constitución jurada por él, mayores reveses y dolor. Eso es miseria personal en intensidades poco conocidas y comparables a las de otros enanos morales, se llamen Carod Rovira, Bolinaga u otros habitantes de la sentina carpetovetónica. Pero el fin del recorrido de las miserias privadas de Mas vuelve a centrar la atención sobre la ruina política que tenemos en Cataluña. Con un parlamento fragmentado el que no faltan ni elementos antisistema. En el que es mayoría el separatismo. Y es abrumadora mayoría esa masa de nacionalismo e izquierdismo que quiere arrebatarle el derecho a decidir a la nación española, a todos los españoles, para fragmentarlo en derechos de automutilación de sus partes.

Lo importante ahora es que no vuelvan a repetirse estos desatinos cuyo precio para España es inmenso. Pero también hay que subsanar a medio plazo los muchos disparates que hicieron posible este último. Y esto no depende de una CiU que tardará de rehacerse, acabe o no con el zombie político en Mas que, como buen españolazo, se resiste a dimitir. Ni puede depender de ERC, que quiere tomar el relevo de Mas como Mesías cuando tiene unos 25.000 votos más que el PP y unos 25.000 menos que el PSE. Poco para erigirse en intérprete único del alma nacional. Como siempre, el problema con los nacionalistas no radica en ellos, sino en nosotros. En unos grandes partidos supuestamente nacionales que, por conveniencia propia, han hecho concesiones durante décadas, que ahora se revelan como insufrible dejación del deber de proteger los derechos de todos los españoles en todo el territorio nacional. En una sociedad española indiferente ante la merma de esos derechos. En la comodidad, la pereza, el miedo al conflicto, la indolencia y falta de solidaridad entre españoles. En un temor reverencial ante los nacionalismos que es un insulto permanente a patria, lengua y constitución comunes. Este Gobierno de España heredó una situación trágica. En gran parte producto directo de la felonía del anterior presidente del Gobierno. Pero, aunque muy dañada, heredó una España entera. Cuando se vaya, esa España puede estar mejor o peor. Pero tiene que ser la misma. Entera. Pasados el delirio y la miseria de Mas, nuestra ruina allí debe afrontarla el Gobierno. Para la reconstrucción. Tiene las leyes, tiene el deber y tiene los medios.

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