Por HERMANN TERTSCH
ABC 08.01.13
La ley y la constitución no son la provocación. Lo es su
violación y la agresión al orden constitucional
LAS almas tiernas del nacionalismo del noreste se ha sentido
heridas. Dicen que las han querido provocar desde este pueblo manchego y
mesetario, mitad cuartel, mitad caverna. Desde Madrit, desde donde se les niega
el pan, la sal y el derecho a decidir, se les ha provocado. Y en la Epifanía.
Encima. El pecado no ha sido al parecer esta vez del Rey Juan Carlos, que
estuvo breve en su tercera alocución pública en quince días. Con sus dos
discursos oficiales importantes, el de Nochebuena y el de la Pascua Militar,
algunos creemos que la entrevista organizada por la Casa Real en TVE1 era
prescindible. Por cuanto sólo podía decepcionar a muchos y satisfacer a pocos.
Había majaderos que le pretendían exigir «confidencias» al entrevistado. Y
otros que querían que Jesús Hermida se comportara con el Rey como un
interrogador faltón de la izquierda trata habitualmente a Esperanza Aguirre. Al
final, Hermida se portó con el Rey como era de esperar. Como lo haría un Jordi
Evole en entrevista al exjuez, delincuente prevaricador y santón izquierdista
Baltasar Garzón. Es decir, como amigos y con más complicidad de la que tolera
una entrevista para merecer tal nombre. En fin, no seré yo quien se ponga a
discutir si ese activismo de la Casa Real es absolutamente necesario. O si hubiera
sido suficiente con los dos buenos discursos institucionalmente prescritos en
estas fechas. En todo caso, no ha sido el Rey el acusado ahora de herir las
hipersensibilidades de quienes, encastillados en una institución del Reino como
la Generalitat, no parecen tener en cuenta sensibilidades ajenas cuando no
dejan pasar un día sin ofensa a España, al Estado o a su pueblo. Ni pierden una
oportunidad de desprecio a las leyes comunes. Esta vez es el ministro de
Defensa, Pedro Morenés, el que es reprendido por los partidos separatistas
catalanes, por subrayar, con mucha razón, que en España «los militares cumplen
sin atender absurdas provocaciones». Era una mínima coletilla para dejar
constancia que existen esas provocaciones contra la unidad de España y contra
la Constitución que la garantiza. Que los militares no las atienden es una
obviedad. Quien tiene que atenderlas y actuar en justa y medida
correspondencia, es el Gobierno del que forma parte el ministro Morenés. Y aun
no lo ha hecho con la claridad que para muchos millones de españoles exige el
momento y la procacidad con que se prepara la violación de todas las leyes en
ese fantasmal, ilegal e imposible proceso de transición hacia la
independencia. Cómo y cuándo va a poner el Gobierno pie en pared para poner fin
a este delirio no lo sabemos. Pero sí sabemos que tiene la obligación de
defender a los españoles en Cataluña y fuera de ella ante las evidentes
intenciones de secuestro por parte de un proyecto golpista y de alta traición.
No sabemos si todavía tiene el Gobierno alguna esperanza en que Artur Mas
recupere un mínimo de sentido común y de realidad. Y alguna autonomía frente al
socio indeseable al que, en su desesperación tras su grotesca operación
electoral fallida, ha unido su destino. Si así fuera, haga el Gobierno con Mas
o con quienes puedan sustituirle una reconducción de la situación hacia la
legalidad. Pero si no fuera así, el Gobierno habrá de actuar. Nadie se agite.
Nada indica que vayan a hacer falta los militares. Pero la Constitución está
ahí, toda ella es ley y toda aplicable. La ley y la constitución no son la
provocación. Lo es su violación y la agresión al orden constitucional, el
golpismo desde el nacionalismo, en suma. Toda Europa y todo el mundo civilizado
entienden esto.
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