martes, 24 de febrero de 2015

YA FLOTA EN SANGRE

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  18.05.13


La piel de leopardo étnica y religiosa que es Siria hace imposible una intervención como la de Libia

LOS efectos de la propaganda bélica son espectaculares en las sociedades democráticas. Las poblaciones que viven bajo regímenes totalitarios son descreídas. En las sociedades abiertas la credulidad ante las noticias, el impacto del horror ante el sufrimiento de unos o la conducta de otros, mueve conciencias y estados de opinión y ánimo. Y condiciona las conductas, la relación con el poder propio y con las fuerzas en guerra.
En los últimos días, han recorrido la red unas imágenes de un rebelde sirio que arrancaba el corazón al cadáver de un soldado y lo mordía ante la cámara. Fue identificado como Abu Shakar, uno de los muchos caudillos guerreros que dirigen las facciones que luchan contra el régimen de Bashir el Assad. El propio Shakar y su gente tomaron las imágenes y las colgaron en la red. Otros guerrilleros, más sensibilizados en relaciones públicas, le pidieron que lo retirara. Pero grupos afines al presidente ya disponían del vídeo. En Occidente ha reforzado una muy extendida convicción de que los enemigos de Assad son peores que el régimen. Se impone la simplificación de que toda la insurrección está controlada por Al Qaida u otros yihadistas suníes. Lo que puede que suceda pero aun no es el caso. Además, la crisis y zozobra en Europa no permite apremios solidarios con víctimas de guerras lejanas. Ante todo, porque nadie plantea una solución atractiva o consoladora. No la hay. El régimen se beneficia de todo ello.
Es un hecho que Assad nunca ha comido corazones ante las cámaras. Eso sí, si el presidente sirio se tuviera que comer los corazones de los sirios que ha matado, aunque solo cogiéramos los corazones más tiernos, digamos que de los niños de menos de diez años, se le acumularían como inmensa casquería en una cámara frigorífica más grande que la Mezquita de los Omeyas.

Es cierto que la piel de leopardo étnica y religiosa que es Siria hace imposible una intervención como la de Libia. Máxime cuando el territorio sirio es tablero de todas las potencias de dentro y fuera de la región. Esto se refleja en una interminable fragmentación de las fuerzas que combaten contra un régimen que ha demostrado una inmensa solidez. Lo que se debe sobre todo a la firmeza de sus alianzas con Irán y con Rusia. Frente a la actitud dubitativa de Occidente que no ha sabido reconocer aliados potenciales suficientes, Teherán se volcó en la ayuda a la represión interior. Y Rusia ha sido clave en el rearme y ahora, con el suministro de armamento sofisticado antiaéreo y antinaval, en la disuasión de toda intervención occidental. Los rebeldes no lograron armarse. Los rusos hacen inviable siquiera una intervención exterior menor. Assad está mucho mejor que hace un año. Ahora ya flota sobre la sangre. No habrá primavera.

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