ABC 16.11.12
Si la izquierda judicial de este país convierte en héroes a
quienes agreden a policías, ¿por qué no van a llamar los sindicatos a «quemar
Madrid»?
YA son diputados del PSOE los que se levantan en sus escaños
en el Congreso de los Diputados y exponen pancartas y carteles. Lo que todos
saben está prohibido por el reglamento de la cámara. Siempre ha sido una forma
de desafiar a las reglas, ejercer la protesta antisistema desde el corazón del
mismo y multiplicar con la transgresión el alcance de la denuncia apetecida.
Pero por parte de extremistas que jamás pretendieron lealtad a las
instituciones, véase Batasuna, Amaiur, ERC o los protocomunistas de IU bajo
Cayo Lara. Ahora lo hace el partido que más tiempo ha dirigido desde el
Gobierno los destinos de la democracia española. Uno de los dos que
supuestamente sostienen los pilares de la España constitucional y sus
instituciones. Y que ya no duda en acompañar a sindicatos y vándalos
antisistema a una orgía de amenazas y coacción por las calles de España, en un
intento golpista por acabar con un Gobierno que llegó al poder con mayoría
absoluta hace once meses. Es una clave del deterioro general al que estamos
asistiendo. Cierto que la inseguridad jurídica y la violación de las leyes en
España es un problema viejo. Pero el colapso llega en los pasados ocho años en
que vimos a un Gobierno violando y forzando instituciones y leyes sin recato.
Si, también el hecho de que las leyes no tengan quien las defienda del
desprecio generalizado, es un legado envenenado de Zapatero. Junto a la ruina
económica, el descrédito en el exterior, el rebrote del odio guerracivilista y
quiebra de la convivencia. Como si se tratara de confirmar que el Gobierno
Rajoy piensa seguir por el mismo camino, en vez de meter auditorías y al fiscal
en toda la administración del Estado se les concedieron medallas al máximo
responsable y a sus cómplices. Y hoy habitan el Consejo de Estado, al que por
supuesto han convertido en hazmerreir. Cuando un Gobierno ha pactado con el
peor enemigo del Estado para cometer delitos como hizo el de Zapatero, a nadie
puede extrañar que cometa delitos ese vendedor de camisas de tercer nivel que
es Artur Mas o su doble andaluz, el ayatollah ladrón, Sánchez Gordillo. Si no
se cumplen las sentencias del Supremo por parte de instituciones del Estado
como la Generalidad de Cataluña, ¿por qué se van a cumplir las normativas de un
palacio de deportes en concierto? Si el ministro del Interior tiene como máxima
prioridad buscar soluciones cómodas a terroristas dentro y fuera del país, ¿por
qué nadie va a respetar a la Policía en la calle? ¿Por qué no van a convertir
en reality show -con
todas las televisiones compitiendo por el mejor plano- al héroe antisistema
atacando a democracia, orden y ciudadanía?
Si la izquierda judicial de este país convierte en héroes a
quienes agreden a policías y atacan el congreso, ¿por qué no van a llamar los
sindicatos a «quemar Madrid»? Y ¿por qué, tras una orgía de violencia de sus
piquetes en toda España, no van a hacerlo los alevines de esos genios del
parasitismo que son Toxo y Méndez y sus secuaces? No vengan los sindicatos a
decir que eran otros los de la violencia. Porque todos nos quedamos con las
imágenes de su inmenso despliegue de kale borroka. Si a esto añadimos el acoso
a periodistas que se niegan a respetar al despreciable rodillo intimidatorio
totalitario de la izquierda, asistimos a la batasunización de España. Cobardes,
indolentes y violentos van consiguiendo que toda la sociedad española caiga
enferma. Una masa triste y blanda movida tan sólo por su síndrome de Estocolmo
hacia los peores.
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