ABC Viernes, 25.11.11
RECONOZCAN que da un poco de miedo ese optimismo desbordante
de los portavoces del Partido Popular cuando hablan de la magnífica disposición
del Gobierno saliente a hacer una transferencia de poderes impecable. Nos dicen
que Rajoy dice que Zapatero le ha dicho que quiere que la transición y el
proceso de relevo sean «modélicos». Y todos parecen contagiados por la aparente
convicción de don Mariano de que el presidente en funciones se va a comportar
como un auténtico caballero. Y que va a ser ejemplo de probidad, cuentas claras
y transparencia para facilitar a las autoridades entrantes un rápido control y
una perfecta supervisión del estado de las cosas. Sin menospreciar esta
confianza y casi cálida amistad que parecen haberse fraguado entre presidente
saliente y entrante en los últimos meses, los que algunos que vemos todo este
proceso desde fuera preferiríamos se subrayara la necesidad de esa sana
desconfianza que late siempre tras todo control riguroso y exhaustivo. No es
que tengamos prueba ni indicio alguno siquiera de que esta vez el presidente
Zapatero tampoco vaya a actuar con probidad. Pero como tenemos la memoria
intacta de estos últimos ocho años, tampoco tenemos indicio alguno de que
Zapatero vaya a cambiar radicalmente su forma de actuar y sorprendernos ahora
con un amor a la verdad y a las cuentas claras que no ha tenido desde que
irrumpió fatalmente en nuestras vidas. Y nos extraña mucho que ministerios que
han estado en manos de inefables personajes de la política socialista tengan
unos balances de los que se puedan sentirse ni siquiera ellos muy orgullosos.
No hace falta recordar la sima de mentiras que se encontró el nuevo Gobierno de
la Generalitat cuando relevó al elenco siniestro del «tripartito» de Montilla o
los agujeros sin fondo de tantos ayuntamientos perdidos por los socialistas en
las pasadas elecciones municipales.
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