ABC 24.03.12
Cuando
más se le nota a Nicolás Sarkozy el desgaste terrible de credibilidad que ha
sufrido en estos años de presidencia es cuando quiere aparentar ser duro. En su
primera campaña electoral con ese poso de ministro policía aún impresionaba
bastante cuando regañaba a los descarriados y amenazaba a los malos de verdad.
Hoy no asusta ni a los niños. Ni por supuesto se habrán asustado los
integrantes de las redes del terrorismo islamista al oír de las medidas que se
ha sacado ahora de la manga.
Está
bien lo que hagan para perseguir a quienes frecuentan notorios sitios
pro-terroristas. Pero de momento lo que tenemos es a un terrorista muerto que
durante la presidencia de Sarkozy hizo todo lo posible por llamar la atención
como terrorista potencial. En la red y fuera de ella. Sin que nadie le
molestara. Hasta que mató.
Mera
estaba fichado por diversas policías, frecuentaba a los peores yihadistas en
Europa, Afganistán y Pakistán. Pero no tuvo problemas para irse comprando un
modesto arsenal en Francia.
Las cruzadas gestuales sirven
para poco. Tanto como esas bondadosas recomendaciones de comprar una mayor
lealtad a la república en los «banlieues». La educación y el desarrollo
son de capital importancia. Pero para evitar que tengamos un Mahdi europeo a
medio plazo con un desafío islamista en las calles de las ciudades de Francia y
otros países europeos. No para combatir nuestra amenaza terrorista inmediata.
Para
eso, además de la vigilancia –que fracasó en el caso de la familia Mera-, hagan
leyes y se cumplan, exíjase lealtad y cooperación y sanciónese la falta de la
una y la otra. Y expúlsese de Europa a notorios agitadores religiosos. No
intente Sarkozy asustar. Basta con que pierda él el miedo.
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