sábado, 21 de febrero de 2015

DE VIENA A DESPEÑAPERROS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  17.07.12


Dos actos para la historia. La diferencia entre ambos revela lo mal que nos entendemos y lo confundidos que estamos

FUE todo un año de celebraciones magníficas en Viena. Desde años antes se habían preparado publicaciones, ciclos de conferencias, actos populares y oficiales, religiosos, históricos, divulgativos. Se emitieron sellos y libros espléndidos. Y sobre todo se celebró aquella magna exposición. Die Türkenbelagerung Wiens. 300 Jahre Entsatz. 1683. El asedio turco de Viena. Durante meses fueron muchos centenares de miles los visitantes. Hace treinta años de aquello. Yo vivía allí. Los cafés vieneses se unieron en una gran iniciativa, con enorme éxito, de celebrar con actos literarios y musicales el hecho de que los turcos, aunque movidos por otros motivos, llevaran el café hasta Viena. Jan Sobieski, el Rey polaco que dirigía las tropas de diversas naciones cristianas que liberaron Viena, recibió numerosos homenajes. Y allí estuvo también el Papa Juan Pablo II en Viena para homenajear a su compatriota Sobieski y bendecir un monumento al rey polaco donado por los obispos austriacos. Se restauraron iglesias y monumentos para actos conmemorativos. La parte oficial fue preparada por el gobierno del legendario canciller socialista Bruno Kreisky. Aunque al final los presidiera su sucesor Fred Sinowatz.

No por casualidad me ha venido a la cabeza todo aquel año mío de 1983 en Viena bajo el signo permanente del 300 aniversario del asedio turco. Lo recordé mientras me contaba el alcalde de la Carolina, Francisco Gallarín, su decepción por tantas dificultades en la organización de los actos conmemorativos del 800 centenario de un acontecimiento al menos tan importante como aquella gran gesta de las tropas cristianas a las puertas de Viena. Esta gran batalla campal en las tierras de Las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212 a las puertas de Andalucía en Despeñaperros tuvo muy similar significado para Europa y su futuro. Cuatro siglos antes. Cortó también los avances de una nueva ofensiva de fuerzas ocupantes del islam hacia el continente. Lo derrotó, batió en retirada y finalmente logró su expulsión. Si esas batallas hubieran terminado de forma distinta nuestro mundo sería hoy otro. Un grupo de entusiastas en torno al alcalde de la Carolina -que lo es de Navas de Tolosa-, pero también de Juan Caminero, alcalde de Santa Elena, escenario de gran parte de la batalla, han luchado por una digna conmemoración. Y digna ha sido por su esfuerzo. Porque encontraron algún alma comprensiva en el Ministerio de Defensa. Y porque a última hora el Gobierno reaccionó y decidió enviar a un ministro, el de Exteriores, García-Margallo. Que pronunció ayer el discurso que tantos allí y no sólo allí querían oír. Habló el ministro de la idea de España presente en los reyes cristianos combatientes como ya lo había estado en los reinos visigodos. Y de la obsesión ideológica de tantos por negar, devaluar o despreciar esta idea de España. Una pena ha sido que la Casa Real creyera en su día suficiente una carta de cuatro frías líneas de su jefe Spottorno para descartar toda participación de cualquier miembro en los actos. De la Junta de Andalucía, con su doctrina de la Alianza de las Civilizaciones, con su milonga del Al-Andalus tolerante y su fobia anticristiana, no había nada que esperar. Hasta hace un par de semanas estaban convencidos por todo ello los alcaldes que aquello no pasaría de un acto de pueblo. Con cierta solemnidad para inaugurar un monumento a la batalla en La Carolina. No se resignaron y algo han conseguido. Pero nada justifica la distancia entre Viena y Despeñaperros. Dos actos para la historia. La diferencia entre ambos revela lo mal que nos entendemos, lo poco que nos queremos y lo confundidos que estamos al negarnos el respeto.

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