Por HERMANN TERTSCH
ABC 14.08.10
En numerosos países se han creado en los pasados días
iniciativas solidarias y convocado concentraciones ante las embajadas de Irán
para protestar contra las últimas muestras de la crueldad y la represión del
régimen islamista de Mahmud Ahmadineyad. Hasta en Venezuela y pese a las
«fraternales» relaciones entre Hugo Chávez y el presidente iraní, hubo el
jueves mujeres con coraje para manifestarse y expresar su solidaridad con
Sakineh Ashtianila, la mujer condenada a morir lapidada por adulterio.
También hay nuevas iniciativas para impedir que se amplíe la
larguísima lista de homosexuales ahorcados por el régimen iraní. Porque se está
a la espera de que sea ejecutado Efraim Hamadi, un joven homosexual de 18 años,
acusado de una violación que hasta su supuesta víctima niega.
Mientras proliferan las protestas en el exterior, silencio
en España. Frente a la embajada de Irán en Madrid, en la calle Jerez, entre el
Paseo de la Habana y la Avenida de Alfonso XIII, la calma es completa. No hay
atisbo de los colectivos de gays y lesbianas ni de las asociaciones feministas,
todos tan hiperactivos e indignados cuando descubren un comentario
supuestamente homófobo o machista. Entonces surgen los comentarios indignados
de Zerolo y Aído, las condenas rotundas de una legión de secretarias de Estado
y comunicados de mil siglas amamantadas por la ubre socialista. Que en Irán a
los homosexuales los torturen hasta la agonía antes de colgarlos de grúas, y
las mujeres pasen un calvario antes de ser ejecutadas no parece irritar a
nuestro homosexual orgánico de cabecera ni a la ministra. ¿Dónde están? ¿Por
qué no hablan estos días sobre Irán? ¿Qué lazos de simpatía íntima —mas allá de
la Alianza de Civilizaciones de su jefe Zapatero— unen a Zerolo y Aído a un
régimen que los ahorcaría a ambos si fueran ciudadanos suyos?
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