ABC 29.01.11
Cada hora que pasa se refuerza más la impresión de que se ha
puesto en marcha un inmenso movimiento tectónico en el norte de África que
puede cambiar la faz política de toda la región. Y cuyas consecuencias serán
con toda seguridad dramáticas y no sólo para aquella zona sino para el mundo
entero. El primer seísmo, en Túnez, ha puesto en movimiento la falla y hoy ya
tenemos el siguiente epicentro, incomparablemente mayor, en el país que es
piedra angular de todo el precario equilibrio de la región: Egipto. Con la
decisión de imponer el toque de queda en todo el país y sacar al ejército a las
calles, el presidente Hosni Mubarak reconoce que las protestas han dado ya un
salto cualitativo y son una amenaza directa e inminente para el régimen. Como
le sucedió a Ben Alí, Mubarak asiste al rápido desmoronamiento del pacto que lo
ha mantenido tres décadas en el poder. El ejército, ya desplegado, aun no ha
disparado contra los manifestantes. Si lo hiciera la violencia podría alcanzar
pronto
dimensiones dantescas. La neutralidad
del ejército es clave para intentar reconducir la crisis hacia una transición
que desde ayer es inevitable, pero que aun ahora podría afrontarse sin que el
país se hunda en el caos. El presidente no ha aparecido aun para dirigirse a la
nación para unos señal de que no controla la situación, para otros resistencia
a anunciar concesiones que se interpreten como debilidad.
Egipto ha entrado en ebullición y puede ya descartarse el retorno a la situación previa. La ira democrática en Egipto tendrá efectos seguros en Jordania y otros países de la región. La desestabilización general, la amenazante victoria islamista, la guerra para Israel, son todo escenarios ya no remotos. El terremoto en Egipto, que todo indica se extenderá por el norte de África puede cambiar el mundo. Es evidente que no necesariamente para bien.
Egipto ha entrado en ebullición y puede ya descartarse el retorno a la situación previa. La ira democrática en Egipto tendrá efectos seguros en Jordania y otros países de la región. La desestabilización general, la amenazante victoria islamista, la guerra para Israel, son todo escenarios ya no remotos. El terremoto en Egipto, que todo indica se extenderá por el norte de África puede cambiar el mundo. Es evidente que no necesariamente para bien.
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