jueves, 12 de febrero de 2015

ANSIAS DE LIBERTAD, MIEDO AL CAOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  31.01.11

Grupos de jóvenes, en camionetas y motocicletas recorren los barrios a pie, armados con barras de hierro, machetes, katanas y armas de fuego robadas de las comisarías


Los motores de los carros de combate rugen por el centro en un esfuerzo por multiplicar su presencia mientras los blindados del ejército se mantenían apostados en torno a edificios oficiales. Pero el entusiasmo de los manifestantes, con sus vítores y aplausos a los soldados que los paseaban mientras cantaban eslóganes contra Mubarak, desaparece en cuando uno se aleja hacia barrios periféricos en los que el orden público ha colapsado.

Después de los violentos ataques en los que se vio arrollada por los manifestantes, la odiada policía ha desaparecido. Y el pillaje y los asaltos se han extendido por todo El Cairo. Grupos de jóvenes, en camionetas y motocicletas, pero también en pequeñas hordas recorren los barrios a pie, armados con barras de hierro, machetes y katanas, además de armas de fuego robadas en los asaltos a las comisarías.

Siembran el terror, roban y asaltan comercios, negocios de todo tipo y casas particulares. Y establecen controles en las calles para asaltar a los conductores. Ante la desaparición de la policía, los vecinos se han organizado en patrullas de vigilantes y somatenes que han colocado barricadas en las entradas de sus calles y, armados con todo lo que tienen a mano, incluidas escopetas de caza, machetes y barras de hierro, controlan el tráfico e intentan disuadir a los saqueadores. En todo el país han sido liberados miles de presos y no todos precisamente políticos.

Se superponen y unen así todas las fuerzas que puede liberar la ira de una sociedad que ha vivido décadas atemorizada y callada. Los cantos de libertad, el conmovedor orgullo recuperado por los egipcios de pertenecer a una de las naciones más antiguas del mundo, se mezclan con el odio al hasta ayer adorado «padre de la patria» y con todo ello la violencia de la indignación, del hambre, de la revancha y la brutalidad de la marginalidad y la miseria. Y el cálculo de los provocadores y los estrategas de supervivencia del régimen. Porque mientras se esperan momentos decisivos, se refuerza la sospecha de que gran parte del caos forma parte del diseño del poder acosado para demostrarle al pueblo egipcio que es imprescindible. Que sin ellos y su policía, la única opción es el caos.

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