viernes, 20 de febrero de 2015

EL MALENTENDIDO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  30.03.12


HABÍA ayer mucha gente en la manifestación convocada por los sindicatos. Por supuesto que no los que dicen, pero eso da lo mismo. Después de lo escuchado estos días entre mentiras y baladronadas, pero ante todo amenazas, poco de lo que estos sindicatos digan importa mucho ya. Han gastado su cartucho a la primera de cambio. Les entró el pánico cuando vieron lo mucho que van a cambiar las cosas en España. Y lo mucho que van a afectarles los cambios. No ya a los trabajadores españoles, que también. Sino a ellos, a los sindicatos que jugaron su papel en la transición española y que a través de las décadas perdieron todas las oportunidades de reformarse. Hasta ser hoy un lastre para la economía y para la sociedad española, unas organizaciones parasitarias carísimas, cuya agitación paleomarxista es lo contrario a la pedagogía social necesaria en un mundo de rapidísimos cambios. El fracaso de la huelga de ayer es el previsible principio de su final como organizaciones con pretensión de influencia política. Su pérdida de poder con la reforma es inevitable. E irreversible. Es inminente el fin de su pingüe negocio de pretender ser el garante de la paz social a cambio de unas millonarias subvenciones para un inmenso aparato. Es lógico que intenten mantenerlo en pie con amenazas, con manifestaciones y desórdenes. Pero eso no cambiará en absoluto su suerte. Que está echada. Y no por enemistad de nadie. Ni por conspiración alguna. Se han convertido en una lacra para el desarrollo sano de la sociedad. Por si cabía alguna duda, la conducta de sus líderes, incluidos los dos santones Toxo y Méndez, ha dejado claro que son personajes que la España moderna ha de dejar atrás cuanto antes. Por sus limitaciones, sus simplezas, su demagogia y su profunda hipocresía. Y también hay que decirlo, por su vocación totalitaria. Porque sus pretensiones de tumbar las decisiones políticas del Gobierno tienen la arrogancia de un pronunciamiento cuartelero. Y ayer en Sol la pareja de  caudillos autoproclamados volvió a sus excesos, con baladronadas paragolpistas de una vehemencia que cree necesaria para compensar su fracaso evidente. Se obcecan en que el mundo no cambie. Todo cambio les perjudica. Son hoy la reacción de manual. Pero hace mucho tiempo que el mundo no hace caso a gente como Toxo y Mendez y su tropa de aparatchiks, mitad Lenin, mitad Soprano.

Había mucha gente preocupada en la manifestación de ayer. Sinceramente preocupada. Y con razón. Estamos en un momento dificilísimo. En el que muchas certezas y seguridades que marcaban nuestras vidas en pasadas décadas han desaparecido. Pero no porque lo decrete el Gobierno del PP sino porque son insostenibles. A todos nos gustaron mientras duraron. Tenemos que competir. Así es la vida. Con la globalización pueden venir bendiciones o no. Pero los sueños autárquicos de una izquierda descabalgada son absurdos y suicidas. Esto no quiere decir que los tiempos futuros tengan que ser necesariamente peores. Serán distintos. Cuando pasemos la transición, quienes mejor se hayan adaptado serán quienes puedan ofrecer mejor vida a sus ciudadanos. Ya es así. La inmensa mayoría de los españoles no ha estado en estas manifestaciones. Y cree que las reformas son necesarias. Aunque no le gusten. Ahora le toca al Gobierno explicarse. De verdad y no como hasta ahora. Porque la dejación en esta pedagogía por parte del Gobierno ha sido un gravísimo error. Porque toda la explicación de la reforma ha estado en manos de sus enemigos. Y estos han sembrado el terrible malentendido de que es evitable. El Gobierno tiene que deshacer ese malentendido. Asumir la obligación de la comunicación con la sociedad. Y generar esperanza.

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